La política, ese deporte de alto rendimiento donde el golpe bajo es la jugada más elegante, nos regala un nuevo capítulo que parece sacado de un thriller de cuarta. ¿La premisa? Morena y sus allegados de Palacio Nacional andan con el Jesús en la boca porque, ¡oh, sorpresa!, los de la oposición podrían estar echándole chal con los gringos. ¡No me digas! ¿Apoco a estas alturas no sabían que en este país todos le bailan al son que les toquen desde el norte?
La preocupación, dicen los enterados, es que el Tío Sam les saque sus trapitos al sol, y los exhiba justo antes de la elección. Que si la revocación de visas por acá, que si los aranceles por allá, y que si Ismael “El Mayo” Zambada se volvió el nuevo terror de los de la 4T. No se hagan, todos sabemos que el gobierno de México es como el compa que le prometió a su mamá que ya no iba a tomar, pero sigue empinando el codo a escondidas.
Y ahora, resulta que si los políticos opositores están, de alguna manera, «colaborando» con Washington, pues se les va a caer el teatro. ¿Pero de qué se asustan? Si todo mundo en este país se baja los calzones con tal de quedar bien con el de arriba, ¿qué esperaban? ¿Que los gringos se quedaran cruzados de brazos mientras aquí se cuecen habas que también les afectan? Es como si te quejaras de que tu vecino ruidoso llame a la policía por tus fiestas.
La verdad es que en este asunto hay más de un actor que se está haciendo el occiso. Los de Morena saben que la Casa Blanca tiene más poder que el mismísimo Tlatoani, y que si se enojan, pues nos va a ir de la fregada. Y la oposición, pues qué te digo, si pueden usar la ayuda del vecino para tumbar al gobierno, lo van a hacer. ¿Qué es eso del bien común? ¡Eso no da votos!
Así que, mientras ellos se pelean a ver quién le hace más la barba al Tío Sam, nosotros, los mortales, a ponernos de rodillas y a pedir que no nos salpique la mierda. Porque, al final del día, el que siempre termina pagando los platos rotos es el pueblo. ¡Y si no, al tiempo!
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