El terror como política social morenista

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La política de Sheinbaum y su camarilla en Palacio sigue siendo como la de AMLO: decir una cosa, mentir y hacer lo contrario. Crear farsas en sus declaraciones y enfrentar la realidad que la contradice y la pone histérica (algo muy visto en sus mañaneras). Si estos fenómenos sociopolíticos ya se daban con su predecesor, ahora se han recrudecido y poniendo cada vez más en evidencia sus errores políticos.

Y el pueblo bueno y sabio ha ido dejando de ser ingenuo creyente de fantasías de progreso, y se está desengañando; los errores de política les pegan cada vez más en la cara y de allí a la mente y de ésta al corazón, en especial el terror de la delincuencia organizada y la inseguridad. Pero Sheinbaum y su Morena siguen convirtiéndose en sus propios peores enemigos, no necesitan otros, pues ante el creciente desaliento y frustración populares creen que sus políticas funcionan a su favor, y se equivocan de calle. Un caso en particular es el del sábado 15 de noviembre.

Primero Claudia decidió desprestigiar la convocatoria a la marcha de la “generación Z”, luego vio que el interés crecía y trató de boicotearla. Pero sus socios del CJNG (algo innegable a todas vistas) deciden matar a Carlos Manzo y la gente se enfurece. Y eso cambió una marcha de jóvenes Z en otra de todos, sin importar quiénes la habían convocado. Seguridad y Justica son clamor popular.

Entonces decidieron en Palacio una estrategia que pretendía hundir en el descrédito a los manifestantes que irían a marchar hasta el Zócalo ese sábado, sí, a ese Zócalo que creen que es propiedad no compartible con “los enemigos”, que son todas las personas que no apoyan a Morena.

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La estrategia del miedo se puso en marcha y le salió al revés de su objetivo respecto al reparto de culpas del desastre que iba a pasar (así lo planearon) en el Zócalo con las vallas o bardas metálicas, los grupos de delincuentes, la policía y la gran trifulca para acusar a la “derecha” de ser unos delincuentes.

La estrategia en acción fue la planeada, y mal planeada porque se salió de control. En particular por las agresiones de la policía a manifestantes indefensos y ajenos al problema. En vez de intentar detener para consignar a los delincuentes que derribaron la barda y agredieron a los policías, éstos a su vez agredieron a manifestantes pacíficos, que eran simples espectadores de primera línea frente a Palacio y lo hicieron salvajemente, y también agredieron y golpearon a personal de medios de prensa perfectamente identificados en sus personas.

Tras estas tropelías criminales, detienen a jóvenes que para nada participaban en las agresiones a la policía o a las bardas, y los acusan de presunción de delitos aberrantes, imposibles de comprobar, como intento de homicidio sin ninguna prueba. Esta vez, como en el 68, los encarcelan con violencia. La intención: incitar el miedo a la gente a volver a participar en manifestaciones, marchas y concentraciones, sobre todo en el sancta sanctorum morenista del Zócalo.

Infundir miedo a la represión brutal y al encarcelamiento de inocentes previamente golpeados e injuriados, eso, lo lograron. Crear el terror de salir a la calle a manifestarse, a protestar, es la política dictatorial de Cuba, algo que también han hecho Chávez, Maduro y Ortega. De allí al parecer la copiaron, pero como se dice popularmente que “segundas partes nunca fueron buenas”, la copia de terror de Sheinbaum le salió mal.

A la dictadura cubana no le importa que el mundo condene las represiones a su pueblo, están acostumbrados a que les valga un comino, pero Sheinbaum no se esperaba que el asunto trascendiera de inmediato a nivel internacional, condenando a su gobierno por represor. Y estas noticias no son flor de un día, la condena internacional seguirá en medios políticos y sociales.

El enojo de Trump y de sus secretarios de Estado no es poca cosa. Le va a costar al morenismo y a ella en especial y ¿a quién va a culpar de su actuar de desprestigio? ¿A bots, a la “derecha”, a los tales neoliberales, a los medios, al Tío Richie y a otros? No, en el medio internacional la única culpa de reprimir y aterrorizar al pueblo es de Sheinbaum y su gobierno, y a los medios y políticos extranjeros no los puede presionar.

Y el costo será creciente por los errores de cálculo que seguramente vendrán y que deberá encarar en los procesos electorales del 2027 y quizás hasta del 2030. Su caída de popularidad no puede detenerla, lo predecible es que seguirá cometiendo errores políticos como hasta ahora, algo que no se ve que parezca decidida a cambiar o que aunque quisiera no podrá hacerlo. Su evidente desesperación (esa de sus caras desencajadas en sus mañaneras o hasta en algunos abucheos callejeros) la llevará lo más probable a cometer más errores, tanto en política interna como en la externa. Pobre México, que a fin de cuentas será el gran perdedor.

@siredingv

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