A riesgo de ser reiterativo, el resultado real de la conversación telefónica de la presidenta Sheinbaum Pardo con el presidente Trump resultó ser solo la confirmación de que el modelo de integración del Tratado de Comercio Libre que nació como acuerdo de orden arancelario ya no funciona, pero también se obtuvieron certezas de que México carece de una nueva propuesta, no tiene una estructura productiva de alta competitividad y depende de la buena voluntad siempre interesada de la Casa Blanca.
Trump utilizó con habilidad y decisión la fuerza del poder que representa el decretar aranceles a diestra y siniestra por razones casi siempre políticas y geopolíticas y muy pocas por fundamentaciones económicas. En su mensaje en las redes sociales el mismo jueves, Trump volvió a sacar el tema de la narcopolítica, mantuvo la amenaza de aranceles del 30% y aprovechó la oportunidad para amenazar a México con mantener ese castigo de tarifas extraordinarias si no disminuía los miniaranceles en productos estadounidenses que ingresan a México.
Pero detrás de todo está jaloneo en temas de comercio exterior quedó más que claro el hecho de que la presidenta Sheinbaum Pardo careció de un nuevo modelo de desarrollo con objetivos concretos y con la meta de ir disminuyendo la dependencia industrial y de productos por parte de México. Lo grave de todo fue el hecho de que Trump deslizó por ahí un dato que debe ser analizado con mayor profundidad: ante la incapacidad de producción industrial mexicana para aumentar su participación y componentes de artículos de exportación, México le ha abierto la puerta de atrás a otros países para que se incorporen de manera indirecta como si fuesen empresas mexicanas.
Si se recuerda bien el objetivo general del Tratado en su negociación 1990-1993, México iba a utilizar la apertura comercial y la rebaja arancelaria como un estímulo para construir una planta productiva industrial y agropecuaria moderna y de mayoría nacional para evitar la dependencia de productos de exportación. Hoy solo basta ir a cualquier supermercado para enterarse que la fruta y muchos de los alimentos y también productos no alimenticios son importados porque México abandonó la muy limitada política de sustitución de importaciones y que hoy se ha querido revivir de manera demagógica en el concepto se hecho en México para productos importados y solo ensamblados en fábricas mexicanas.
Puede tomarse en consideración el hecho de que el Plan México pudiera de alguna manera encontrar un caminito para reconstruir la planta productiva industrial y agropecuaria y hacerla competitiva con productos importados, pero hasta ahora se trata de una propuesta controlada de manera autoritaria por Palacio Nacional, con empresarios que parecen tener más la obligación de ir a la sede del Ejecutivo Federal a anunciar equis número de inversiones para crear equis número de empleos y desde luego no existe ni una sola decisión que contribuya a la capacitación en producción industrial y de agropecuaria mecanizada de trabajadores y campesinos que prefieren operar en la marginalidad de la informalidad porque ni sus sindicatos, ni sus empresarios, ni su Estado se preocupan por el adiestramiento de mano de obra más allá de la maquila o, peor aún, del mero ensamblado de piezas importadas.
Dentro de 90 días el escenario va a ser el mismo: resistencia mexicana a atacar de fondo la narcopolítica, incapacidad para excluir empresas extranjeras que se colaron en la intermediación de exportación y los mismos microaranceles del que dependen pequeñas y medianas empresas para no salir de la zona a un marginal de la producción a nivel industrial.
Por tanto, en 90 días solo le queda a México ir cediendo más espacio en la presión estadounidense en materia de seguridad fronteriza –migrantes, cárteles, contrabando de drogas, lavado de dinero y terrorismo–, pero en los anteriores 90 días quedó muy claro de que no se tocará la estructura de complicidad estado-narco ni se atenderán las exigencias americanas para entregar a capos, funcionarios y políticos que están detrás de la producción y contrabando de drogas y del tráfico de huachicol de México hacia EU.
Por tanto, desde ahora se puede prever otra vez el escenario del miércoles-jueves de la semana pasada: México envió el mensaje a la Casa Blanca de que ya no se podía hacer más en sus exigencias, y en todo caso todo va a depender en estos 90 días de lo que es México ceda a Estados Unidos en materia de un Acuerdo de Seguridad que estará basado en los principios de seguridad nacional y geopolítica de Washington y obligará a México a cederle espacios en estrategias locales.
Y aun así, el tema de los aranceles como castigo no estrictamente comercial seguirá como espada de Damocles sobre México.
Política para dummies: la política sirve, cuando hacen que sirva.
El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.
@carlosramirezh
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