El Silencio de la Aceptación: Estrategia de Morena

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En la vorágine política de México, donde los acontecimientos violentos, las irregularidades y la corrupción son frecuentes, la respuesta del partido Morena y sus militantes ha sido notablemente defensiva. Al parecer, la estrategia de evitar la aceptación de errores se ha convertido en una regla no escrita en el repertorio del partido que actualmente ocupa el poder. Esta incapacidad o reluctancia a reconocer fallas, tanto en el manejo de crisis como en la política pública, no solo afecta la transparencia gubernamental, sino que también profundiza la polarización entre partidos y socava la confianza del electorado.

A lo largo de los últimos años, ha sido evidente la tendencia de los miembros de Morena a desestimar cualquier crítica que apunte a la ineficacia de sus acciones. Ya sea un evento de violencia en cualquier rincón del país, una denuncia de irregularidades o la pobre respuesta ante desastres naturales, el partido parece creer firmemente que la aceptación de errores podría resultar en una pérdida de votos en elecciones futuras. En lugar de asumir la responsabilidad que su mandato conlleva, los morenistas a menudo han optado por señalar los errores de administraciones anteriores, incluyendo aquellos de sus opositores, como una manera de desviar la atención de sus propias deficiencias.

Este fenómeno de la negación tiene raíces que están profundamente enraizadas en la cultura política mexicana. Históricamente, los partidos en el poder, independientemente de su inclinación ideológica, tenderán a proteger su imagen y a presentar una fachada de eficiencia e infalibilidad. Sin embargo, la actitud adoptada por Morena, que incluye un constante intento de restar importancia a los errores propios mientras se enfatizan los de otros, da cuenta de una estrategia política que busca cimentar una narrativa de superioridad moral frente a las administraciones pasadas. A través de esta narrativa, se perpetúa la idea de que, ante los problemas persistentes de violencia y corrupción, el gobierno actual es la solución, a pesar de que tanto la gestión de los problemas como la falta de cambios visibles en la situación empeoran.

Lamentablemente, esta estrategia de evasión no es única de Morena. Sin embargo, su insistencia en criticar a los gobiernos anteriores, como si ellos mismos no estuvieran en una posición de poder para implementar cambios significativos, es un fenómeno notable. En ocasiones, los mismos miembros de Morena han caído en contradicciones cuando critican la inacción de sus predecesores mientras ellos mismos presentan respuestas deficientes ante crisis contemporáneas. Esto resuena con el electorado, quien, frustrado ante la falta de soluciones eficaces, comienza a cuestionar la efectividad y la honestidad del gobierno.

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El silencio de la aceptación no solo alimenta la polarización política en México, sino que también obstaculiza la posibilidad de un diálogo constructivo que podría conducir a soluciones reales a los problemas que enfrenta la nación. La renuencia a reconocer errores impide la construcción de confianza entre el gobierno y la ciudadanía, creando un ambiente donde los gritos y las críticas se convierten en la norma, disminuyendo la posibilidad de colaboración en temas cruciales.

Para avanzar hacia una política más responsable y efectiva, es imperativo que los líderes políticos, incluyendo a los integrantes de Morena, se dispongan a admitir fallas donde sea necesario. Reconocer errores no significa mostrar debilidad; al contrario, puede ser una señal de madurez política. Al aceptar sus propias falencias, se abre la puerta a una gobernanza más inclusiva, transparente y, sobre todo, efectiva, que beneficie a la población en su conjunto.

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