El prisionero más libre del mundo

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“Por mi amigo que está preso, porque ha
dicho lo que piensa, yo te nombro: Libertad”. Paul Éluard

El pasado jueves 10 de septiembre, Leopoldo López fue condenado a 13 años y 9 meses de prisión. La condena fue internacional. Desconozco la posición del Estado mexicano al respecto. Pero la condena ha sido internacional.

El gobierno acusa a López de delitos como terrorismo y asociación para delinquir, por instigar y encabezar una serie de manifestaciones contra el presidente Nicolás Maduro en 2014, en las que la gente exigía un fin a las políticas chavistas que han puesto a Venezuela en una grave situación de escasez de productos básicos, hiperinflación, desempleo y violencia en aumento permanente, así como de la persecución de libertades elementales.

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Todos esos problemas fueron generados por muchos años de políticas económicas populistas, en las que el gobierno de Hugo Chávez logró expandir programas clientelares de asistencialismo social gracias a los ingresos provenientes del petróleo. Hoy que los precios de ese recurso natural están por los suelos, el ajuste para Venezuela, que depende por completo de las exportaciones petroleras, ha sido brutal. El gobierno tuvo que recurrir a una macro devaluación tardía que hizo que el dólar pasara de costar 6 bolívares (tipo de cambio oficial) a más de 600 bolívares (tipo de cambio en las calles). Las imágenes de gente haciendo filas de 1 kilómetro para comprar leche, pan y otros alimentos básicos contrastan con el discurso de Maduro, que habla de una Venezuela próspera, que ha superado la pobreza y el hambre. Y las historias de corrupción de los funcionarios chavistas recuerdan que el socialismo bolivariano ha sido un sistema económico que realmente le ha hecho justicia… a sus promotores.

¿Cómo llegó Venezuela a esta situación? ¿Cómo es posible que una democracia ejemplar terminara convertida en una dictadura corrupta que encarcela a críticos y reprime a opositores? Esas son las preguntas que nos tenemos que hacer en México. Hay que mirarnos en el espejo venezolano y entender cómo los partidos tradicionales cavaron su propia tumba, al convertirse en instituciones que en vez de entender a la ciudadanía y atender sus necesidades, se enfrascaron en luchas de grupos de poder y escándalos de corrupción y abuso.

Y la sociedad también tiene que tomar nota. En Venezuela, hubo un momento en el que los mejores ciudadanos le dieron la espalda a la política, un momento en el que los partidos cerraron sus puertas a los ciudadanos, y estos no hicieron nada por abrirlas de nuevo. Fue en ese punto de cinismo e indiferencia en el que entró, con toda su fuerza, el discurso antisistema y antipolítica de Hugo Chávez, prometiendo una nueva democracia popular, alejada del mal que representaba la política. Hoy, los venezolanos sufren las consecuencias de haber abandonado a su democracia.

¿Hay esperanza para Venezuela? Sí, siempre y cuando la sociedad no se canse. Al conocer su sentencia, Leopoldo López escribió una carta a los venezolanos. La carta fue leída por su solidaria esposa Lilian Tintori e inicia: “El que se cansa pierde…” Es admirable ver el valor con el que Leopoldo López ha enfrentado esta injusta condena, que lejos de debilitar a su persona o a su movimiento, le ha dado estatura global como un mártir de la democracia. Coincido plenamente con Yoani Sánchez, la joven activista cubana, quien ha descrito a Leopoldo López como “el prisionero más libre del mundo”, porque cada día que pasa injustamente en la cárcel es un día menos para el regreso de la democracia a Venezuela.

Desde aquí un modesto mensaje de solidaridad a quienes valientemente siguen luchando contra un régimen que ya ha dado muestras, una y otra vez, de su autoritarismo pero que es rebasado por los valientes demócratas de Venezuela; especialmente por los que hoy están presos porque han dicho lo que piensan.


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