Crece el delito en el Estado de México

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A pesar de que las cifras se ocultan, se soslayan o desdibujan o, peor aún, se impide que aparezcan en algunos medios periodísticos, en ninguna entidad de la República hay tantos delitos como en el Estado de México. Ello se debe a tres factores principales: el crecimiento de la pobreza, el incremento demográfico y la ineficiencia gubernamental. Es verdad que la cercanía con el DF y la mayor evolución económica se han ensañado en la tierra de Isidro Fabela, de Andrés Molina Enríquez y de Nezahualcóyotl. Pero la verdad es que siempre ha sido vecino del DF y eso no era motivo para el delito sino quizá lo contrario.

No es nada más el volumen poblacional, sino su hacinamiento o densificación. Por otro lado el fenómeno de la delincuencia organizada y el narcotráfico han cambiado no nada más la geografía delictuosa sino también sus perfiles. Huixquilucan es un claro ejemplo de ello. Se volvió de repente tierra preferida por los capos y capitos, como Naucalpan donde suceden cosas espantosas diariamente o Tlanepantla cuya diferencia con el Oriente del Valle de México, como en Ecatepec o Chalco, lo único que cambia no es el número o tipo de delitos sino el nivel económico de los delincuentes y sus víctimas.

¿Por qué en Chimalhuacán no han crecido las conductas típicas antijurídicas y culpables como en nuestros municipios del Poniente? Porque la estructura gubernativa, los estilos de gobierno, la participación popular y, sobre todo, la menor corrupción a todos los niveles generan un ámbito social para que el delito no se enquiste. Desde luego que Atizapán no se puede gobernar igual que Luvianos o que Toluca, pero los principios básicos son los mismos. ¿Por qué pudo realizar Nezahualcóyotl ayer un concierto con Los Caifanes ante más de cincuenta mil espectadores con saldo blanco? La clave es la prevención, la precaución, la vigilancia, la organización, la derechura.

El habitante del Edomex está inseguro. No me salga usted, por el amor de dios, que en otros lados es peor. Mal de muchos consuelo de lerdos. Los feminicidios en su cantidad y crueldad, la violencia hacia la mujer, son algo que avergüenza y preocupa no nada más a los habitantes del Edomex, sino a todo el país y es ejemplo internacional de oprobio.

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Olvídese del Gobernador, que desde luego no está exento. Pero junte usted el nivel de pobreza, la cantidad de personas en carencia alimentaria, el desempleo, la desnutrición, la incultura, la promiscuidad, densidad o hacinamientos, las distancias y el pésimo e inseguro transporte público, la violencia que se nos inocula en la tele y el cine y hasta en los jueguitos de celular, más las drogas y el alcoholismo, en una enorme población y el resultado es verdaderamente explosivo y para salir corriendo. Si se pudiera.

Trate usted de denunciar un delito y verá el vía crucis en que se mete. La idea es desincentivar al ciudadano cumplido para que no abulte las estadísticas con su denuncia. Se la hacen a usted cansadísima y tiene que ser verdaderamente estoico para aguantar esas oficinas del ministerio público mexiquense o sus equivalentes federales o barandillas municipales. Usted levanta el acta porque le robaron el coche o se le metieron a la casa y nunca, oígame bien, nunca vuelve usted a oir del MP de la Procuraduría estatal o de la policía para venir a decirle cómo va su asunto. Hay más de trescientas mil denuncias sin atender en el Edomex.

Con la pena, pero hay menos delitos, proporcionalmente en Tlaxcala o en Puebla en Nayarit o en San Luis Potosí y Aguascalientes o Guanajuato. Por algo será. Cuando digo proporcionalmente es porque hay una ratio entre número de delitos y número de habitantes. Pero insisto, sumados pobreza, más habitantes, más desempleo, más corrupción y vicio el resultado es que el estado de México se nos ha convertido en el estado más peligroso del país. La sociedad tiene que actuar junto con su gobierno. Y viceversa, desde luego.


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