Miren nomás, qué regalito de Navidad les cayó a los gamers mexicanos justo en estas fechas. Ayer en la mañanera, Claudia Sheinbaum soltó la bomba: ya no se va a cobrar ese impuesto del 8% a los videojuegos «violentos» que venía en el paquete económico para 2026. Dijo que hay «muchas complicaciones» porque es bien difícil distinguir cuál juego tiene violencia y cuál no, y que quién chingados va a decidir eso. Al final, ella misma había pedido quitarlo, pero quedó en la ley, y ahora el Ejecutivo dice: pos no lo cobramos y punto.
En redes sociales, la comunidad gamer anda eufórica, como si hubieran ganado el Mundial. Circulan versiones de que esto es una victoria total, que los críticos desde el principio decían que la idea era una reverenda tontería, imposible de aplicar sin caer en lo absurdo. Un usuario posteaba: «¡Gracias a Dios, la presidenta cancela impuestos a videojuegos violentos!», y otro más sarcástico: «Al fin alguien se dio cuenta que clasificar GTA de Mario Kart es como separar el agua del aceite». Hay memes a todo lo que da, con Sheinbaum como heroína salvando el Call of Duty o el Fortnite del IEPS.
Pero no todo es fiesta. Hay trascendidos y comentarios que no están confirmados, como que el verdadero motivo fue el rechinchiflote masivo en redes y la presión de la industria, que ve a México como el mercado número uno en Latinoamérica con más de 76 millones de jugadores. Algunos sospechan que el gobierno vio venir un desmadre legal con plataformas gringas que no iban a separar facturas, y mejor echaron reversa para no armar más bronca. Otros chairos defienden que igual van campañas de «construcción de paz» para advertir a los morrillos de adicciones y violencia, aunque suene a sermón de tía preocupada.
Otros rumores en comentarios de X dicen que Ricardo Monreal ya salió a decir que la presidenta no puede «omitir» el impuesto así nomás, que hay que modificarlo en el Congreso, lo que huele a pleito interno en Morena. No está confirmado, pero pinta que hay divisiones: unos ven derrota, otros pragmatismo.
Al cabo, sea por complicaciones reales o por el madrazo digital que les llovió cuando aprobaron la ley, los gamers respiran tranquilos. No pagarán extra por su dosis de balazos virtuales. Y los críticos, pues ya andan diciendo «se los dijimos». Versión confirmada: el impuesto se cae. Las no confirmadas: que fue puro miedo al backlash o que viene algo peor disfrazado de campaña educativa. Mientras, sigan jugando, carnales, que esta vez la 4T les dio un respiro.



































