La reciente creación de una mesa de monitoreo en el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum –de acuerdo a versiones periodísticas–, integrada por figuras clave como Omar García Harfuch, Rosa Icela Rodríguez, Jesús Ramírez, Luisa Alcalde y Lázaro Cárdenas, ha suscitado una serie de debates sobre el estado actual de la política en México. Esta mesa, que tiene como objetivo vigilar y reportar cada 20 días «las acciones en contra de su gobierno», manifiesta una inquietante transformación en el enfoque del ejecutivo federal, una que podría reflejar un contexto de creciente tensión y desconfianza.
Desde el inicio de su administración, Sheinbaum ha enfrentado retos significativos, desde las críticas sobre la economía hasta el cuestionamiento de sus políticas de seguridad. Sin embargo, la instalación de esta mesa podría interpretarse como un indicio de que la presidenta se siente vulnerable ante un entorno político cada vez más adverso. La idea de que el gobierno necesita establecer un sistema de vigilancia sobre las acciones de oposición y grupos críticos puede ser vista como un síntoma de una mentalidad defensiva que busca controlar la narrativa y prevenir cualquier golpe político.
El hecho de que figuras como García Harfuch (Secretario de Seguridad Ciudadana), Rosa Icela Rodríguez (Secretaria de Gobernación), y Jesús Ramírez (Coordinador de Asesores) participen en esta iniciativa, introduce un matiz significativo: se asocia la vigilancia de la opinión pública con la seguridad del Estado. Esto puede ser alarmante, pues da la impresión de que la administración está dispuesta a utilizar estructuras de poder previamente enfocadas en la seguridad pública para preservar el control político.
Otro aspecto crítico a considerar es el impacto que esta mesa podría tener en la relación entre el gobierno y la sociedad civil. Si la comunicación entre el gobierno y su ciudadanía se torna más autoritaria, es probable que se genere desconfianza y un distanciamiento entre ambas partes. La percepción de que el gobierno está monitoreando las críticas podría inhibir la libertad de expresión y el debate público, elementos esenciales en una democracia saludable.
La creación de esta mesa de vigilancia también pone de manifiesto la creciente polarización del discurso político en México. En lugar de un diálogo constructivo, parece que la estrategia se orienta a una guerra de narrativas. Sheinbaum podría verse atrapada en una trampa de paranoia, donde cada crítica o acción de oposición se convierte en un catalizador para una respuesta defensiva, en lugar de tomarse como una oportunidad para reflexionar y mejorar la gestión gubernamental.
En un país en el que las instituciones democráticas han sido históricamente frágiles, el uso de herramientas de monitoreo y vigilancia podría abrir la puerta a abusos de poder. El riesgo radica en que las acciones que en apariencia buscan proteger al gobierno pueden, en última instancia, socavar la confianza pública y la legitimidad de las estructuras institucionales. La pregunta que queda es: ¿hasta dónde estará dispuesta la presidenta Sheinbaum a llegar para proteger su administración y a qué costo para las libertades civiles en México?
A medida que esta nueva estrategia de monitoreo se despliega, es crucial que la sociedad civil y los organismos internacionales mantengan un control sobre su implementación. Las protestas y la disidencia son voces que deben ser escuchadas y tomadas en cuenta, no suprimidas o vigiladas. Un gobierno que se aísla en su propia paranoia corre el riesgo de perder la conexión con las realidades que enfrenta su población, debilitando aún más la democracia en el país.
En conclusión, la instauración de esta mesa de vigilancia sugiere una fase problemática en el gobierno de Claudia Sheinbaum. Al abrir un nuevo capítulo marcado por la desconfianza y la inquietud, la presidenta corre el riesgo de convertir una amenaza externa en un obstáculo para su propia gestión. Solo el tiempo revelará si esta estrategia es efectiva o si, por el contrario, se convertiría en la debilidad que terminará por desestabilizar su gobierno.



































