Durante el segundo trimestre de 2025, México alcanzó un hito sin precedentes en el uso de tarjetas de crédito: se registraron 46.9 millones de tarjetas vigentes, la cifra más alta desde que el Banco de México (Banxico) comenzó a reportar esta estadística en 2002. Este dato, publicado por TResearch con base en información oficial de Banxico, refleja una clara tendencia de expansión del crédito al consumo en el país, impulsada por la recuperación económica postpandemia y una mayor inclusión financiera.
Sin embargo, detrás de este récord se esconde una realidad más compleja. Aunque el número total de plásticos activos sigue creciendo, solo el 49.2% de esas tarjetas se utilizan de forma regular, lo que equivale a 23.1 millones de tarjetas en uso real. Esto significa que casi la mitad de los instrumentos crediticios emitidos permanecen inactivos, ya sea por desconfianza del usuario, altos costos financieros o falta de necesidad inmediata de financiamiento.
Este fenómeno contrasta fuertemente con lo observado en años anteriores. En 2008, durante el auge previo a la crisis financiera global, el 87% de las tarjetas vigentes se usaban activamente, un porcentaje que ha ido disminuyendo de forma sostenida en las últimas décadas. La caída en el uso efectivo sugiere que, si bien las instituciones financieras han ampliado su oferta de crédito —probablemente mediante campañas agresivas de captación y promociones—, los consumidores no están adoptando estos productos con la misma intensidad.
El crecimiento en el número de tarjetas vigentes también coincide con una recuperación gradual del consumo privado en México. Tras los efectos económicos de la pandemia, los hogares han retomado sus hábitos de gasto, y el crédito al consumo se ha convertido en una herramienta clave para financiar compras de bienes duraderos, servicios y gastos cotidianos. No obstante, los expertos advierten sobre los riesgos asociados al sobreendeudamiento, especialmente en un entorno de tasas de interés elevadas como el actual.
Banxico ha mantenido una postura restrictiva en su política monetaria para contener la inflación, lo que ha encarecido el costo del crédito. A pesar de ello, la demanda de tarjetas continúa al alza, lo que podría indicar que los consumidores priorizan el acceso inmediato al financiamiento frente a las condiciones financieras desfavorables. Esta dinámica plantea desafíos tanto para la estabilidad financiera de los hogares como para la regulación del sistema bancario.
En este contexto, resulta fundamental que los usuarios comprendan los términos y condiciones de sus tarjetas, eviten el uso excesivo del crédito revolvente —que suele tener tasas de interés superiores al 40% anual— y aprovechen los plásticos como herramientas de gestión financiera, no como mecanismos de gasto descontrolado.
En resumen, México vive un momento de expansión histórica en el número de tarjetas de crédito, pero el verdadero reto radica en fomentar un uso responsable y eficiente de estos instrumentos, que permita impulsar el consumo sin comprometer la salud financiera de las familias.



























