Si hay algo que llama la atención en la Cuarta Transformación es la aparición constante de personajes que, con un salario que parece de la clase media, lucen un estilo de vida de jet-set. Ya saben, esa dualidad entre el discurso de austeridad y una riqueza que haría sonrojar a un magnate. El último en entrar a la lista de «ricos inexplicables» del gobierno de la 4T es nada menos que José Ramiro López Obrador, quien, según versiones no confirmadas y rumores que circulan por redes sociales, tiene nada menos que 20 ranchos en Tabasco. ¡Ojo ahí!
El tema ha cobrado relevancia gracias a algunas investigaciones periodísticas que han hecho estallar la burbuja del “no tengo, no quiero” que parece difundir la administración de AMLO. Lo curioso es que a este José Ramiro, que por lo visto se las lleva muy bien con el apellido presidencial, le cayó la necesidad de hacer un ajuste en su declaración patrimonial. ¿Y cómo no va a ser así? Si sus ingresos reportados pasaron de 80 mil a 145 mil pesos mensuales en el 2025. Aquí hay algo que no cuadra, mis amigos.
Las redes sociales no han dejado pasar la oportunidad de comentar y especular sobre este asunto. Algunos usuarios ya le han puesto apodo. “El ranchero del pueblo” le dicen, y no les falta razón. Otros, más atrevidos, se preguntan en voz alta: “¿De dónde salieron esos ranchos? ¿Los ganó jugando dominó en la plaza o son pura magia?” Las teorías van desde que le heredaron todos esos campos hasta que es un front para un negocio de otro calibre. ¡El ingenio de la gente no tiene límites!
Y es que no es la primera vez que vemos a miembros del círculo cercano a la 4T amasar riquezas demasiadas sospechosas para los estándares que predican. Se dice, se rumorea, que hay varios en este gobierno que se han visto beneficiados de maneras poco claras, haciendo gala de una “nueva forma” de hacer política. Para algunos, esto solo es evidencia más de que en la política mexicana nada cambia. Quizá lo único que se modifica son los actores, pero la función sigue siendo la misma: enriquecer a unos pocos a costa de un discurso que no es más que un espejito para la sociedad.
Algunos comentarios en redes sugieren que el ascenso súbito de los ingresos de López Obrador está ligado a la reconfiguración de políticas en Tabasco y a la necesidad de “saldar cuentas” con aquellos que financian campañas. Otros dicen que quien siempre tiene amigos en las altas esferas no pasa hambre, y menos con ranchos de por medio.
En esta narrativa de lujos y ranchos, también entra en juego un tema más intrigante: ¿cuántos más en el gobierno tienen un patrimonio que se siente como un cóctel de “vender espejos”? Este tipo de situaciones tiende a abonarle al escepticismo y a la desconfianza en quienes manejan nuestros impuestos. Ya dicen que la política es sucia, pero en la 4T parece que se están sacudiendo el polvo de un rincón que nunca habían tocado.
Si bien hemos de recordar que estas son versiones no confirmadas y más bien murmullos de cocina, lo cierto es que la atención que ha generado José Ramiro López Obrador y su fortuna inusitada no nos va a dejar duda acerca de la manera en que la 4T maneja a sus “benefactores”.

























