Si los políticos fueran realistas, entonces todas las encuestas de aprobación que sustentan cada mes o cada año y donde aparecen con cifras cercanas al 100% tendrían que cruzarse con la realidad de todos los días: el enojo del pueblo –ese pueblo que nunca se equivoca– contra los funcionarios sale a relucir sin ajustes estadísticos ante cada adversidad natural que revela la pobreza de la mayoría de los mexicanos.
La agresividad y enojo del pueblo en los municipios que visitó el domingo la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo y la forma en que esa cólera no permitía el razonamiento institucional es un indicio de que abajo de las encuestas de aprobación se esconde una sociedad profundamente enojada cuando padecen desastres naturales que suman la furia de la naturaleza pero un contexto de imprevisión e incapacidad gubernamental y política para reaccionar con eficacia.
Hizo bien la presidenta de la República en salir a algunas zonas de desastre el domingo y lunes para ver en vivo y en directo los estragos de la naturaleza, pero hizo mal en hacerlo de manera directa sin mecanismos y formaciones políticas de intermediación que previamente debieron de hacer sentir la decisión pública de atender a los damnificados. Y lo más grave de lo ocurrido el domingo fue la constatación de que las instancias de intermediación política de los tres niveles de gobierno y las oficinas encargadas de pulsar los estados de ánimo dentro de las políticas de bienestar no han cumplido con sus funciones que no se circunscriben solo entregar despensas y cheques, sino que tendrían la obligación de prever un escenario social del grado de irritación popular que existe a pesar de los apoyos directos de las políticas identificadas como de bienestar.
Y en situaciones de emergencia social por la furia de la naturaleza se hace también muy patente y patética la ausencia de los niveles políticos de intermediación social que fijan los criterios del sistema de representación popular: diputados locales y federales y senadores, los mismos que en campañas se arremangan las camisas para solicitar el voto con promesas de atención a la problemática social persistente y estructural y a la hora de conflictos como los desastres derivados de la furia de la naturaleza son los primeros en hacerse notar por su ausencia.
Diputados y senadores, inclusive, tienen recursos públicos que les entregan para que sean destinados a labores de atención social, lo que implicaría viajes constantes a su distrito e instalación –que no existen– de oficinas que estén abiertas a la sociedad que los votó. Las estructuras políticas de la representación popular ha sido un fracaso en tanto que diputados y senadores y muchos gobernadores solo visitan comunidades abandonadas para pedir el voto y nunca más se vuelven a preocupar por la problemática del microcosmos social de la marginación.
El pueblo está enojado, fue el mensaje que dejó el pueblo en las imágenes que logran captarse de la gira de supervisión de la presidenta Sheinbaum Pardo. El pueblo está enojado porque solo se ocupan de él para entregar al algunos apoyos a cambio del voto, pero nada hacen esas estructuras de representación popular para generar programas reales de inversión pública que atienda la dimensión física de la marginación: pueblos instalados junto a ríos que se desbordan, zonas urbanas y semiurbanas que nunca desazolvan coladeras y millones de mexicanos que en modos de pueblo son invocados para sostener la fuerza política de todos los partidos registrados.
La furia popular no dejó que la presidenta Sheinbaum Pardo tratara de razonar con ellos la dimensión de los problemas y les pudiera explicar las decisiones que están en manos de las autoridades no solo para atender la emergencia del momento, sino para identificar la sociología de la marginación y tener en claro que las asignaciones directas de apoyo con cargo al presupuesto no resuelven el problema de la pobreza, y apenas ayudan a paliar el corto plazo con dinero que se va en el gasto cotidiano.
Detrás de esas escenas de enojo social e impotencia gubernamental se encuentra la verdadera dimensión de la marginación social que no se resuelve una entrega directa de dinero, sino que tiene que ver con las condiciones de vida in situ de familias que se han asentado en zonas de alto riesgo y revela la criminal incompetencia de las autoridades para evitar que ello ocurra y para crear políticas sociales de asentamiento en zonas que no representen peligro cotidiano.
Nuevamente se volvió a probar que es la realidad real no es la realidad de las encuestas de aprobación que aplauden el trabajo cotidiano de los políticos y gobernantes.
Política para dummies: la política también se percibe en la furia de la sociedad ante sus condiciones de marginación.
El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.
carlosramirezh@
@carlosramirezh
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