Claudia año 1: atemperar la crisis; año 2: atemperar la crisis

0
86

Entre la dinámica informativa de las mañaneras que responde al agobio de la coyuntura y las expectativas de mediano plazo, el Gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo podría tener claro ya el panorama del resto de su sexenio: lidiar sin resolver con los pasivos del estilo personal de gobernar de López Obrador, comprender el papel fundamental del PIB productivo como estrategia de desarrollo y arrastrar con una clase de empresarial del viejo régimen y del viejo modelo estatista.

El primer año pasó como un suspiro: comenzó con la euforia que dejó López Obrador y el saldo electoral favorable a Morena y doce meses después Morena enfrenta una de sus más graves crisis organizacionales y de reacomodo de liderazgos, con la circunstancia positiva de que la oposición desapareció del mapa coyuntural y la sociedad digital se está ahogando en una crítica burlona que nada tiene de propuesta para el mediano plazo.

La figura, herencia y grupo político de López Obrador se convirtió en este año político en un punto de inflexión que no se ha podido –o no se han atrevido– a llevar al punto del replanteamiento sexenal de grupos de poder. Como ha ocurrido con las estructuras y reglas del viejo régimen priista en las que se mueve Morena, el expresidente ha mantenido influencia y poder, pero su grupo político aparece desgastado y con pasivos en modo de lastre y el nuevo grupo político de la presidenta en funciones aún no alcanza la fuerza ni la madurez para hacerse cargo de la gestión el proyecto transexenal.

El primer año de gobierno ha servido para entender que la lógica del sistema obedece… a una lógica y no se mueve en función de mandatos transexenales personales. El Gobierno de la presidenta Sheinbaum está arrastrando conflictos derivados del estilo priista de gestionar del grupo de poder del presidente/expresidente López Obrador, quien se ha negado a comprender la dinámica del ejercicio sexenal del poder como otros expresidentes con intenciones de continuidad temporal.

-Publicidad-

El problema es más de desajuste burocrático. El proyecto de gobierno del lopezobradorismo está muy claro, pero se está jugando en las batallas burocráticas por mantener a figuras que compitieron con Claudia Sheinbaum Pardo por la candidatura presidencial y que –como en el pasado priista– no se ajustan a la disciplina presidencialista piramidal, sobre todo López Hernández, Ricardo Monreal Ávila y Gerardo Fernández Noroña, en tanto que Marcelo Ebrard Casaubón –que tiene una experiencia priista sobresaliente– ha entendido las reglas del juego y aparece más como una solución que como un conflicto.

Pero fuera de los desajustes elitistas entre un mismo grupo que fue lanzado a la confrontación de todos contra todos para alcanzar una candidatura que estaba ya prevista y resuelta con anticipación –como ocurrió con Salinas-Colosio, De la Madrid-Salinas y López Mateos-Díaz Ordaz–, el país se encuentra ahora mismo en un escenario que ya conocimos: el presidente Echeverría impuso la candidatura de López Portillo por encima de las complicidades de los grupos políticos activos, pero le dejó a los perdedores en áreas de poder que se convirtieron en conflicto: Porfirio Muñoz Ledo, Augusto Gómez Villanueva, Hugo Cervantes del Río, y la decisión de López Portillo fue pasar a retirar a esas figuras para mostrar que la línea de mando presidencial es única y que ni siquiera Plutarco Elías Calles pudo ejercer su maximato transexenal.

Y junto a este desacomodo de las jerarquías políticas que le reducen margen de maniobra la presidenta Sheinbaum, el problema número uno que se ha visto al terminar el primer año de gobierno es el del crecimiento económico-bienestar social. El inconveniente no ha sido la asignación de gasto social presupuestal para los mexicanos marginados del desarrollo económico, sino no darle la prioridad a la urgencia de un nuevo modelo de desarrollo que sea el detonador el bienestar y no se dependa solo del dinero presupuestal asignado a marginados.

El problema de México no es el modelo populista de asignación directa de recursos a beneficiarios que no participan de manera directa en la generación productiva de la riqueza, sino en que se gasta capacidad presupuestal que debiera de dedicarse a todas las reformulaciones de la planta productiva industrial y agropecuaria, de tal manera que el bienestar sea consecuencia el crecimiento productivo y no mordiscos al presupuesto de ingresos que tiene límites estructurales.

La presidenta Sheinbaum ya definió su Plan México, pero todavía no ha alcanzado el rango del nuevo modelo de desarrollo. Por eso las expectativas de PIB podrían no alcanzar siquiera la tasa de 2% de promedio anual sexenal, cuando la meta de crecimiento productivo para un desarrollo social sano exige objetivos de 4% a 6%.

Allí se encuentra el desafío de los cinco años que faltan el sexenio: mantener el subsidio improductivo al gasto social o reconstruir modelo de desarrollo para que la dinámica económica tenga mayor riqueza que repartir.

Política para dummiesla política es el todo de todo.

El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.

carlosramirezh@elindependiente.com.mx

http://elindependiente.com.mx

@carlosramirezh


There is no ads to display, Please add some

Deja un comentario