¿Salinas Pliego, presidente? México tiembla

La posibilidad de que Ricardo Salinas Pliego, el magnate detrás de Grupo Salinas, aspire a la presidencia de México en 2030 ha encendido el debate político. Con una fortuna estimada en 5,500 millones de dólares, según Forbes, el empresario se perfila como una figura disruptiva, al estilo de Silvio Berlusconi en Italia o Donald Trump en Estados Unidos. Sin embargo, su potencial candidatura plantea una pregunta crucial: ¿sería una oportunidad para el país o un riesgo para su democracia? Analistas y columnas recientes exploran este escenario, comparando su trayectoria con la de estos líderes internacionales.

Salinas Pliego, conocido por su estilo confrontacional y su presencia en redes sociales como “Tío Richi,” no ha descartado competir en 2030, según entrevistas como la otorgada a *Código Magenta*. Propone un modelo neoliberal inspirado en Nayib Bukele y Javier Milei, con políticas de mano dura contra la violencia, reducción de impuestos y adelgazamiento del Estado. Critica a Morena, al expresidente López Obrador y a la presidenta Sheinbaum, acusándolos de persecución política por un litigio fiscal de 74 mil millones de pesos con el SAT, que él asegura debería ser de 7,500 millones. Su narrativa de “perseguido político” resuena con sectores desencantados, pero su historial genera escepticismo.

Como Berlusconi, quien usó su imperio mediático para consolidar poder en Italia, Salinas controla TV Azteca, una plataforma que podría amplificar su mensaje. Al igual que Trump, su retórica populista y su rechazo al establecimiento lo hacen atractivo para quienes buscan un cambio radical. Sin embargo, ambos casos ofrecen lecciones preocupantes: Berlusconi enfrentó múltiples escándalos de corrupción, mientras que Trump polarizó a EE.UU. y desafió instituciones democráticas. En México, donde la confianza en las instituciones es frágil, un presidente con el poder económico y mediático de Salinas podría exacerbar la polarización o debilitar el Estado de derecho.

Sus críticos señalan antecedentes como el “Chiquihuitazo” de 2002, donde TV Azteca tomó por la fuerza instalaciones de Canal 40, o su sanción por la SEC en EE.UU. por irregularidades con Unefon. Estos episodios sugieren un estilo que prioriza intereses propios sobre la legalidad. Además, su cercanía con figuras de ultraderecha, como Trump y Milei, y el financiamiento de eventos como el Hispanic Inaugural Ball 2025, levantan sospechas sobre sus intenciones geopolíticas. Por otro lado, sus defensores argumentan que su experiencia empresarial y recursos podrían impulsar innovación y combatir la corrupción, aunque su rechazo a sindicatos como la CNTE y su defensa del Seguro Popular generan división.

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El éxito de Salinas dependerá del contexto político de 2030 y de la capacidad de la oposición para ofrecer alternativas. Por ahora, su candidatura es una incógnita que divide opiniones: ¿un salvador económico o un magnate autoritario? México debe reflexionar si quiere un presidente con tanto poder concentrado.


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