Alito Resucita al PRI con una marcha, ¿alcanzará para 2027?

El 29 de agosto de 2025, apenas 24 horas después de un explosivo altercado físico en el Senado de la República con el legislador de Morena, Gerardo Fernández Noroña, el presidente nacional del PRI, Alejandro «Alito» Moreno, lideró una marcha de apoyo en la Ciudad de México. Este evento, que congregó a cientos de simpatizantes del tricolor en Paseo de la Reforma, representa un intento desesperado por revitalizar la imagen del partido, que ha sido golpeado por años de derrotas electorales y escándalos de corrupción. Aunque la movilización fue calificada por algunos medios como «desangelada» —con una asistencia modesta comparada con manifestaciones masivas del pasado—, sirvió como una bocanada de oxígeno para demostrar que el priismo no está extinto y mantiene una base leal dispuesta a defender a su líder.

El incidente en el Senado ocurrió durante una sesión tensa, donde Moreno y Noroña intercambiaron insultos que escalaron a empujones y agresiones verbales. Noroña, conocido por su estilo confrontacional, acusó a Moreno de ser un «corrupto» y «traidor», mientras que el priista replicó con amenazas y un intento de agresión física que requirió intervención de otros senadores. Videos del momento se viralizaron en redes sociales, polarizando opiniones: para los morenistas, fue una prueba de la «violencia» opositora; para los priistas, una defensa legítima contra las provocaciones del oficialismo. La presidenta Claudia Sheinbaum condenó el acto, afirmando que «se muestran quienes son» y comparando a Moreno con grupos porros de la UNAM, lo que avivó la narrativa de un PRI agresivo y obsoleto.

La marcha posterior, iniciada en el Ángel de la Independencia y culminando cerca del Senado, fue encabezada por Moreno flanqueado por dirigentes estatales y militantes. Los participantes, vestidos con colores verde, blanco y rojo, corearon consignas como «No estás solo, Alito» y «PRI unido jamás será vencido». Guillermo Valencia, líder del PRI en Michoacán, respaldó públicamente a Moreno, declarando que Noroña «recibió una sopa de su propio chocolate», refiriéndose al historial provocador del morenista. Otros aliados, como exgobernadores y legisladores, se unieron para enfatizar la unidad interna del partido. En su discurso, Moreno se presentó como víctima de un «ataque orquestado» por Morena para desestabilizar a la oposición, y llamó a la militancia a prepararse para las elecciones de 2027, donde el PRI busca recuperar terreno perdido en 2024.

Desde una perspectiva analítica, esta marcha revela las fisuras y fortalezas del PRI en el contexto post-electoral. El partido, que gobernó México por siete décadas hasta 2018, ha sufrido una erosión drástica: en las elecciones de junio de 2024, apenas obtuvo el 15% de los votos nacionales como parte de la coalición opositora. Escándalos como la «Estafa Maestra» y acusaciones de nexos con el crimen organizado han minado su credibilidad. Sin embargo, el apoyo a Moreno —quien ha sobrevivido múltiples intentos de destitución interna— indica que su control sobre la maquinaria partidista permanece intacto. La movilización no solo contrarrestó la narrativa de debilidad, sino que posicionó al PRI como un actor combativo contra el «autoritarismo» de Morena, similar a los mensajes de Alessandra Rojo de la Vega en su evento «La Resistencia» del día anterior. Rojo, alcaldesa de Cuauhtémoc, advirtió en su foro que «no hay que permitir que México se convierta en un país como Venezuela, gobernado por una dictadura», un eco que resuena en la oposición amplia y podría aliar al PRI con fuerzas como el PAN en futuras coaliciones.

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No obstante, el futuro del PRI de cara a 2027 es incierto. La marcha, aunque simbólica, no resolvió problemas estructurales: baja popularidad (alrededor del 10% en encuestas recientes), deserción de votantes jóvenes y la sombra de investigaciones judiciales contra Moreno por lavado de dinero. Si bien este «oxígeno» temporal podría galvanizar a la base para elecciones intermedias, expertos dudan de su sostenibilidad. Morena, con su dominio en el Congreso y el Ejecutivo, podría capitalizar el incidente para justificar reformas que debiliten aún más a la oposición. Para sobrevivir, el PRI necesita renovarse: atraer nuevos liderazgos, limpiar su imagen y forjar alianzas sólidas. De lo contrario, 2027 podría ser el clavo final en su ataúd político, confirmando su irrelevancia en un México dominado por el oficialismo.

En conclusión, la marcha de Alito Moreno es un recordatorio de que el priismo late, pero con pulso débil. Representa una resistencia oportunista que une a la militancia en momentos de crisis, pero su impacto a largo plazo dependerá de si transforma la indignación en un proyecto viable. En un panorama polarizado, donde la oposición busca desesperadamente oxígeno, este evento podría ser el catalizador para una resurrección o el preludio de un ocaso definitivo.


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