Sabías que estamos ante el auge del deporte profesional femenino

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En el siglo XIX, una de las actividades femeninas más comunes y aceptadas era montar a caballo, pero solo si la mujer iba de lado. Ir a horcajadas, como los hombres, se consideraba indecoroso e inmoral, y si alguna mujer se atrevía a hacerlo, era objeto de burla y de habladurías. De hecho, fue la Reina Victoria de Inglaterra, una apasionada del hipismo, quien impuso la moda de montar de lado, haciendo de la «silla de amazona» una verdadera institución. No obstante, las primeras mujeres ciclistas, a finales de ese siglo, desafiaron esta norma al demostrar que era posible andar en bicicleta usando pantalones, lo que fue el primer gran paso para la liberación del deporte femenino.

Con el paso del tiempo, otras disciplinas se fueron abriendo, aunque de manera muy lenta. Por ejemplo, en los primeros Juegos Olímpicos modernos de 1896, no había mujeres participantes. Fue hasta los Juegos de París de 1900 que se les permitió competir en golf y tenis. La natación se incluyó en 1912 y el atletismo, hasta 1928, en Ámsterdam. En ese año se disputaron cinco pruebas y al término de la carrera de 800 metros, la prensa de la época calificó la competencia como «brutal e inhumana», por el agotamiento de las atletas, quienes casi se desmayaban al cruzar la meta. Tal fue el escándalo, que la prueba se eliminó del programa olímpico y no se recuperó hasta 1960.

Hoy, más de un siglo después, vemos el fruto de esas primeras luchas: ligas profesionales femeninas en auge y atletas que son figuras de talla mundial, demostrando que la pasión y la destreza no tienen género.


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