¿Espionaje? ¡Pff! No mames, eso es para James Bond, no para el señor que se la pasa quejándose en la radio. Y no, mi chavo, eso que le pasó al antiguo jefe del INE no fue espionaje, fue un acto de bondad divina. El universo, en su infinita sabiduría, decidió que ya era hora de que todos escucháramos lo que en verdad piensan los que nos «representan». Y qué mejor que con un audio que rezuma clasismo y racismo por los cuatro costados, ¿verdad?
Y la presidenta, bien viva, lo supo. Sabía que esa joya era un reality show que nadie se podía perder. Así que lo soltó en la mañanera, como quien avienta un chisme en el mercado: para que todos se enteraran, para que el pueblo bueno y sabio decidiera. «No lo negó», dijo. ¡Claro que no lo iba a negar! Era su voz, su pensamiento, su esencia en estado puro. Es como si le preguntas a un político si es corrupto y te responde que «no lo niega». ¡Ay, ajá!
Ahora, los compas del «clan» del hijo del presidente, los que andan haciendo negocios al amparo de la silla presidencial, esos sí que son unos genios del espionaje. Esos se filtran solitos, con sus llamadas y sus conversaciones, mostrando cómo es la verdadera «transformación» y el «cambio». Unos audios que no niegan, porque no lo niegan, y que nos dejan ver que el poder es como el tequila: si no lo agarras, se te sube y te hace decir puras pendejadas.
Pero, a fin de cuentas, ¿qué más da si fue espionaje o no? Lo que importa es que el pueblo, a la larga, se dé cuenta de que los que se dicen diferentes, al final del día, son todos iguales. Unos con audios filtrados, otros con negocios turbios y algunos más con frases racistas. La conclusión es la misma: todos son de la misma calaña, solo que unos son más mañosos para esconder sus trapitos sucios.
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