Los resultados de los comicios del pasado domingo 1 de junio revelan que Morena sigue enfrentando dificultades para movilizar a su base de votantes. Además, surge la interrogante de si su «voto duro» se concentra excesivamente en un solo grupo social —el de los beneficiarios adultos mayores de programas sociales—, una base insuficiente para asegurar un triunfo electoral contundente.
La elección judicial, que apenas convocó a 12 millones 837 mil 940 electores —con el 99.8184% de las actas computadas al momento de redactar estas líneas—, se perfila como un fracaso rotundo. A esa cifra hay que restar los votos anulados o aquellos que no marcaron recuadro alguno en las boletas, que representan un 23% de los votos válidos. Esto significa que, tras la revisión de las actas, el número real de votantes que ejercieron su sufragio de forma correcta apenas superó los 10 millones de electores, o incluso fue menor.
En las elecciones estatales de Durango y Veracruz, los resultados tampoco son tan positivos como se han querido presentar, incluso desde «la mañanera», con una presidenta más en el papel de jefa de partido que de Jefa de Estado.
En Durango, Morena y sus aliados (el PT y el PVEM) ganaron 18 ayuntamientos en 2022, pero ninguno de los tres principales en la entidad: Durango, Gómez Palacio y Lerdo. En 2025, según los datos del PREP del IEPC del estado, obtuvieron el triunfo en 16 municipios, logrando arrebatar Gómez Palacio a la alianza PAN-PRI.
En Veracruz, tras los comicios de 2022, los tres partidos aliados gobernaban en 153 municipios. Para 2025, de acuerdo con el PREP correspondiente, la cifra se redujo a 99, aunque lograron arrebatarle el puerto de Veracruz al PAN y retuvieron Xalapa.
En síntesis, el pasado domingo 1 de junio, Morena, sus legisladores, gobernantes, operadores políticos y aliados electorales consiguieron llevar a las urnas a poco menos de 13 millones de electores para su elección judicial —de los cuales solo alrededor de 10 millones corresponden a votos válidos— y vieron disminuir el número de municipios que gobernaban en Durango y Veracruz.
Tan evidente es el fracaso que, de inmediato, desde la presidenta Claudia Sheinbaum, pasando por la dirigente nacional de Morena y la secretaria de Gobernación, salieron a proclamar que la elección judicial fue un éxito y que en los comicios estatales ahora gobernarán a más población o que ganaron en los municipios más poblados.
Que la propia presidenta Sheinbaum haya utilizado la plataforma de la conferencia mañanera para intentar justificar el resultado electoral de su partido dice mucho de la preocupación que impera en su movimiento. Recurrir —una vez más— a la propaganda evidencia la necesidad de maquillar la realidad y evitar reconocer que no se alcanzaron los resultados esperados.
Ser o no ser un partido
El empeño en calificar como un éxito la escasa participación en la elección judicial y la pérdida de posiciones en los comicios estatales del 1 de junio, sugiere una reticencia a revisar el papel del partido oficial como maquinaria electoral y los resultados obtenidos. Es innegable que dependen de su fundador para hacer campaña y, como se observó el domingo anterior, sin su presencia, sus números tienden a la baja.
Para entender por qué se habla de un partido con eficacia electoral limitada si su principal líder se ausenta, es crucial revisar los antecedentes: Morena se encuentra en una intensa campaña de afiliación para alcanzar un padrón de 10 millones de militantes, lo que ya ha generado fricciones internas debido a la incorporación de expanistas y expriistas. Es decir, aquellos a quienes critican y dicen combatir están obteniendo posibilidades y cargos, en detrimento de los morenistas que han estado desde la fundación del movimiento. Además, gobiernan en 23 entidades del país, cuyos mandatarios estatales tienen capacidad de movilización de votantes, y cuentan con la mayoría legislativa en el Congreso de la Unión y la Presidencia de la República. A pesar de que sus diputados federales, senadores y la presidenta Sheinbaum desde sus «mañaneras» se dedicaron a promover la elección judicial, todo esto no sirvió más que para llevar a las casillas a poco menos de 13 millones de electores, y de ellos, al menos un par de millones anularon su voto o no lo hicieron de manera correcta.
Si no fuera por una oposición partidista que no logra articular una estrategia exitosa ni incorporar figuras nuevas que conecten con los ciudadanos y los motiven a apoyar, Morena enfrentaría mayores problemas para ganar elecciones o concretar sus objetivos, como fue el caso de la reforma al Poder Judicial. Sin embargo, si las cosas cambian y los adversarios del morenismo logran recuperar el rumbo, es muy posible que sus triunfos no sean tan numerosos como hasta ahora.
Pero esto solo sería posible con una oposición que tenga propuestas, una renovación de cuadros para postular mejores candidatos y una mejor organización, a diferencia de lo que hemos visto hasta ahora, donde solo se han dedicado a responder a las provocaciones de los morenistas.
Como planteó Pascal Beltrán del Río en su columna de *Excélsior* el pasado 3 de junio: “Morena no es un partido en el sentido clásico. No lo es siquiera de nombre. Es un movimiento creado para llevar a López Obrador a la Presidencia, pero que, luego de lograr ese propósito, no ha conseguido redefinir su razón de ser”.
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