Por: Carlos Ramírez
Aunque no se han explicado las razones del presidente López Obrador para desdeñar la Cumbre por la Democracia de Biden y mantener sólo una representación diplomática formal, en el fondo esa decisión mexicana implicó una estrategia de nacionalismo de resistencia ante la reconstrucción del imperialismo estadunidense.En la realidad, el presidente Biden y Estados Unidos ya no son el faro de la democracia; por un lado, su bandera democrática se fijó en el escenario de la guerra fría ideológica capitalismo-comunismo en el periodo de la guerra de Corea en 1950 a la desintegración de la Unión Soviética en 1991. Y en nombre de la democracia capitalista, la Casa Blanca ha iniciado guerras irregulares, derrocado gobiernos a través de la CIA; financiado oposiciones fascistoides, desarrollado una política de exacción ilegal de recursos, legitimado dictaduras y, en suma, usar la democracia como coartada para la construcción de una zona de dominación imperial para el american way of life.El fin de la URSS dejó a EU sin contrapunto ideológico. La derecha estadunidense quiso inventar el fantasma –en lenguaje marxista– del terrorismo, pero sus razones ideológicas no consolidaron una dinámica productiva; ahora la Casa Blanca de Biden ha desarrollado algunas líneas temáticas extraterritoriales para consolidar a EU como el eje del universo: el narcotráfico con las organizaciones criminales transnacionales, la lucha contra la corrupción en el mundo occidental, el libre comercio, el cambio climático y la militarización de Europa sin que exista una URSS bélica.La democracia estadunidense no es un ejemplo para el mundo. Por principio de cuentas, ni siquiera es democracia procedimental: la estructura de dominación de los procesos electorales se basa en el dinero y en las complicidades con los centros de poder; la hegemonía de fuerza es un complejo militar-industrial-There is no ads to display, Please add some