Inicio Plumas ¿Qué futuro le espera a Morena? Entre la unidad y la incongruencia

¿Qué futuro le espera a Morena? Entre la unidad y la incongruencia

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Morena celebró el pasado 20 de julio una sesión de su Consejo Nacional, que captó especial atención por las muestras de apoyo a Adán Augusto López Hernández y las declaraciones de su presidente, Alfonso Durazo, quien afirmó que «atacar a Sheinbaum es tratar de deslegitimar la voluntad del pueblo». El exsecretario de Seguridad, Hernán Bermúdez Requena, también fue un tema relevante en la reunión.

La reunión, marcada por ausencias notables como las de Andrés Manuel «Andy» López Beltrán, secretario de Organización, y Ricardo Monreal, coordinador de los diputados federales, buscaba aprobar el Plan Organizativo de Comités Seccionales. Este plan contempla establecer 71,541 comités en cada sección electoral del país, lo que constituirá la columna vertebral de la estrategia electoral del partido con miras a los procesos de 2027 y 2030.

Sin embargo, esta iniciativa se vio opacada por la preocupación principal de los morenistas: su imagen pública. El grito de «no estás solo» para arropar a Adán Augusto López Hernández, similar al apoyo brindado anteriormente a Rubén Rocha Moya, gobernador de Sinaloa, es una muestra. A ello se suma la creación de la Comisión Evaluadora de Incorporaciones, un organismo diseñado para filtrar las afiliaciones de figuras públicas provenientes de otros partidos.

La urgencia de esta medida se ilustra con el daño que ha provocado la incorporación de personajes cuestionados por los propios morenistas, como Alejandro Murat, exgobernador priista de Oaxaca, y Miguel Ángel Yunes Márquez, expanista de Veracruz, cuyas afiliaciones generaron reclamos de los actuales gobernadores de sus respectivos estados, Salomón Jara y Rocío Nahle. Esta situación ha impactado negativamente la reputación del partido.

La imagen de Morena se ha deteriorado significativamente por este asunto, revelando una incongruencia al integrar como militantes a figuras que en el pasado reciente fueron combatidas o asociadas con lo que el propio partido denomina «PRIAN». Desde Manuel Bartlett hasta Manuel Espino, una larga lista de miembros se han sumado a las filas del partido guinda.

En Morena son conscientes de que esta percepción de incongruencia puede costarles votos. Los programas sociales, por sí solos, no bastarán para recuperar la confianza ciudadana, especialmente en un contexto donde las pruebas de vinculación de algunos militantes con la delincuencia organizada, provenientes de Estados Unidos, son cada vez más evidentes.

Si el PRI no ha logrado superar el rechazo ciudadano que lo asocia con la corrupción, Morena podría seguir el mismo camino. El partido no solo corre el riesgo de asemejarse al PRI en sus prácticas, sino también de ser identificado con el crimen organizado y el autoritarismo.

Ante este escenario, el partido oficial ha optado por una estrategia doble: por un lado, fortalecer su estructura electoral con los comités seccionales; por otro, intentar limpiar su imagen estableciendo reglas más estrictas para la admisión de nuevos militantes, revisando sus antecedentes. El objetivo es evitar que individuos cuestionables, como el morenista Hernán Bermúdez Requena, ingresen a su padrón y sigan afectando su reputación.

La frase «no somos iguales», repetida incansablemente por la presidenta nacional de Morena, Luisa María Alcalde, choca con una realidad persistente. Los discursos no bastan para demostrar una diferencia con una oposición que, irónicamente, parece nutrir al propio partido, introduciendo las mismas prácticas que tanto se critican.


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