Por México Evalúa
Claudia Sheinbaum necesita trascender las inercias y depender menos del pasado. Pero a la luz de sus primeras decisiones, no parece ir por ese camino.
Por ejemplo, en materia de energía eléctrica, mantendrá el modelo centralizado de López Obrador, que prioriza a la CFE, limita la participación privada y obstaculiza la transición a energías limpias. Esto no sólo compromete la confiabilidad del sistema eléctrico, sino que contrasta con las tendencias globales de inversión en fuentes renovables y contradice la vocación expresa de la propia presidenta en pro del medio ambiente.
También priva la misma lógica de centralización al designar a Omar García Harfuch como una especie de “supersecretario” que personifica la estrategia nacional de seguridad. Esto, en un contexto donde la militarización de la seguridad pública, las reformas que amenazan la independencia judicial y la ampliación de la prisión preventiva oficiosa vulneran derechos fundamentales de las personas.
Por último, en su Paquete Económico 2025, el dispendio de su predecesor ha obligado a Sheinbaum a reducir el déficit público en 2% del PIB (la mayor contracción para un inicio de sexenio en 35 años). Un ajuste que implica recortes en inversión e infraestructura y gasto social.
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