Ostentación y turismo de lujo en Morena: ¿Adiós a la Austeridad?

El partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena) ha postulado desde su origen los principios de honestidad y austeridad como pilares fundamentales de su identidad y ejercicio del poder. Sin embargo, los recientes lineamientos éticos internos, específicamente en lo referente a la prohibición de «exhibir signos de ostentación material como… turismo de lujo…», contrastan con el comportamiento de algunas de sus figuras prominentes. Esta dicotomía plantea interrogantes sobre la coherencia entre el discurso y la práctica dentro del partido gobernante, así como la efectividad de los llamados a la «justa medianía» de la actual administración.

El documento «Lineamientos para el Comportamiento Ético que deben tener las Personas Representantes, Servidoras Públicas, Protagonistas del Cambio Verdadero y Militantes de Morena», aprobado en la VI Sesión Ordinaria del Consejo Nacional de Morena el 4 de mayo de 2025, es explícito en su objetivo de preservar la esencia ética del movimiento. En su preámbulo, se subraya la importancia de la honestidad y la austeridad en el ejercicio del poder público. Específicamente, el apartado sobre austeridad económica establece una clara directriz contra la exhibición de riqueza material. La mención del «turismo de lujo» como una conducta contraria a los principios del partido busca desalentar prácticas que se perciban como ajenas a la vocación de servicio y cercanía con el pueblo que Morena dice representar.

Esta disposición interna busca formalizar y reforzar una narrativa que ha sido central para el movimiento: la lucha contra la corrupción y los privilegios de las élites. La austeridad, en este contexto, no es solo una medida de contención del gasto público, sino también un valor simbólico que busca diferenciar a Morena de los partidos tradicionales, a menudo criticados por sus excesos y desconexión con la realidad social.

No obstante, la implementación de estos lineamientos se enfrenta a desafíos significativos. Recientemente, figuras de Morena como Mario Delgado, presidente nacional del partido, Andy López Beltrán, hijo del expresidente, y Ricardo Monreal, senador y figura relevante, han sido objeto de escrutinio público por sus viajes y estilos de vida que, a los ojos de la ciudadanía y diversos analistas, podrían catalogarse como ejemplos de «turismo de lujo» o, al menos, como signos de ostentación material. Las imágenes y reportes de estos eventos, difundidos en redes sociales y medios de comunicación, generan una disonancia con los principios que el propio partido ha delineado.

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La reacción a estos episodios ha sido variada. Mientras algunos defienden que las figuras públicas tienen derecho a su vida privada y a disfrutar de sus recursos, otros señalan la inconsistencia con los ideales de austeridad y con el «humanismo mexicano» que Morena promueve. Esta discrepancia es crucial, ya que afecta la credibilidad del partido y la percepción de su compromiso con sus propios principios. Si los dirigentes y miembros prominentes del partido no acatan los lineamientos que ellos mismos establecen, el mensaje que se envía a la militancia y a la sociedad es de doble moral o de una aplicación selectiva de las normas.

La presidenta Claudia Sheinbaum ha reiterado en diversas ocasiones la importancia de la «justa medianía», una frase que evoca la visión del expresidente Benito Juárez sobre un ejercicio del poder despojado de excesos y lujos. Sin embargo, la persistencia de conductas que contradicen esta directriz por parte de miembros clave del partido sugiere que sus llamados no están siendo plenamente escuchados o internalizados. Esto podría deberse a varios factores: una interpretación laxa de los lineamientos, la dificultad de cambiar hábitos arraigados, o simplemente la percepción de que las reglas aplican de manera diferente a quienes ocupan posiciones de poder.

Las implicaciones de esta inconsistencia son multifacéticas. En primer lugar, puede erosionar la confianza pública en Morena. El electorado, atraído por la promesa de un gobierno honesto y austero, podría sentirse defraudado al percibir que los líderes del partido no viven acorde a los valores que predican. En segundo lugar, debilita la cohesión interna del partido. Si los militantes de base observan que las reglas no son universales, podría generar descontento y cuestionamientos sobre la disciplina y la congruencia. Finalmente, a largo plazo, esta situación podría afectar la legitimidad moral de Morena como el partido de la «Cuarta Transformación», un proyecto que se ha presentado como radicalmente distinto a las prácticas del pasado.

El desafío para Morena radica en cómo conciliar su discurso con la práctica de sus miembros. La Comisión Nacional de Honestidad y Justicia del partido tiene la instrucción de dar seguimiento al cumplimiento de estos lineamientos e iniciar los procedimientos correspondientes en caso de incumplimiento. La forma en que esta comisión actúe ante los casos de ostentación será un indicador clave de la seriedad con la que el partido se toma sus propios principios éticos. La coherencia entre lo que se dice y lo que se hace es fundamental para mantener la credibilidad política, especialmente para un movimiento que basa gran parte de su capital político en la promesa de un cambio ético y una ruptura con las viejas prácticas.

Morena se encuentra en una encrucijada. Mantener la austeridad como un pilar fundamental de su identidad requiere de una adhesión estricta a sus propios lineamientos por parte de todos sus miembros, sin importar su posición o influencia. De lo contrario, la brecha entre el discurso y la realidad podría transformarse en un punto de vulnerabilidad política significativa.


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