¡Ay, nanita! ¿Qué les pasa a estos morenistas que andan por la vida como si el cargo público fuera un boleto dorado para el casino de Las Vegas? En los últimos días, hemos visto un desfile de escándalos que harían sonrojar a un santo, pero ellos, en vez de ponerse las pilas, salen con el clásico «¡Es difamación!» o amenazan con demandas como si fueran el Chapo de las querellas judiciales. ¿Será que olvidaron que fueron electos para servir al pueblo, no para servirse del erario?
Tomemos el caso de esos gastos millonarios que han decepcionado hasta a los más fieles. Políticos de Morena, con sus viajes exóticos y joyas que brillan más que el sol de mediodía, generan polémica y luego gritan «¡Calumnias!» como si el New York Times inventara todo. Andrés Manuel López Beltrán, hijo del expresidente, en su periplo por Japón, y otros compadres con empresas fantasma y bling-bling de lujo que manchan la imagen del partido. La presidenta Sheinbaum, con todo respeto a su investidura, califica estos chismes como «campañas de calumnias», pero ¿y las pruebas? Ahí están, flotando en el aire como humo de asado dominical.
Y ni hablemos de la gobernanza: alcaldes y gobernadores que administran como si el presupuesto fuera su piñata personal, dejando calles como cráteres lunares y servicios públicos en el limbo. Pero ¡ay del que los critique! Salen con demandas por difamación, invocando impunidad como si Morena les diera un escudo anti-balazos mediáticos. ¿Acaso piensan que el voto les otorga licencia para hacer lo que se les antoje? Como dice el dicho, «el que nada debe, nada teme», pero estos andan temblando al primer flash de cámara.
En fin, queridos lectores, esto nos deja picando la curiosidad: ¿saben estos nonsanctos para qué fueron electos, o creen que el manto guinda es un salvoconducto para la buena vida? Mientras el pueblo rasca la olla, ellos lucen relojes que cuestan un ojo de la cara. ¡Pónganse a jalar, señores, que el show debe continuar, pero con resultados, no con dramas de telenovela!
