La austeridad fue un llamado a misa, pero la ambición es real

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Ah, mi querido lector, ¿así que un político dice que vive de su salario y tú te preguntas si con eso le alcanza para los carrazos, los relojes de a seis cifras y los viajecitos a Disneylandia? ¡No seas ingenuo! O bueno, sí, sé ingenuo, que para eso nacieron los políticos: para que uno les crea sus cuentos de hadas.

Mira, la austeridad republicana es como esa dieta que prometes empezar el lunes y que siempre terminas abandonando el martes por unos taquitos al pastor. Puro cuento. O peor, es como cuando tu tío borracho te jura que ya no va a tomar y a la semana lo ves echándose una caguama doble. La verdad es que la austeridad en boca de algunos políticos es tan real como los unicornios.

Ellos te dicen que ganan su «modesto» sueldo y al mismo tiempo ves sus mansiones que parecen sacadas de catálogo de bienes raíces de Beverly Hills, sus coches que valen lo que la casa de tu abuela y unos relojes que no te los acabas ni trabajando toda tu vida. ¿Y los viajes? ¡Ah, los viajes! De esos ni hablamos, porque parece que tienen membresía VIP en todas las aerolíneas.

¿Que si llegan a la política por ambición y no por servicio? ¡Nooo, qué va! Si son almas puras, blancas e inmaculadas que solo piensan en el bienestar del pueblo. Es más, te aseguro que cada vez que se suben a un avión privado, lo hacen pensando en cómo reducir el tráfico aéreo para el bien común. Y cuando se compran un coche de lujo, es para probar los avances tecnológicos y así impulsar la industria automotriz nacional, ¿no lo ves? Son unos mecenas modernos.

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La verdad, esto de la austeridad y el servicio público se ha convertido en el chiste de «El Borras». Nos dan atole con el dedo y nosotros, bien obedientes, lo tragamos. Mientras tanto, ellos se siguen dando la gran vida a costa de nuestros impuestos. Y no, no es que estén ahorrando cada centavo de su salario para comprarse esas extravagancias, ¿o sí?


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