El gobernador de Puebla, Alejandro Armenta Mier, anunció el 29 de diciembre de 2025 su propuesta para nombrar «Manuel Bartlett Díaz» a la nueva desviación del Arco Norte, una obra vial de aproximadamente 28 kilómetros que conectará el Periférico Ecológico con la carretera Amozoc-Perote. Esta infraestructura, cuya construcción iniciará en 2026, atravesará municipios como Coronango, Cuautlancingo, Puebla y Amozoc, con el objetivo de mejorar la movilidad metropolitana y descongestionar rutas existentes. Armenta justificó la iniciativa al calificar a Bartlett como un «luchador social» y visionario de la Puebla moderna, destacando su rol en proyectos como Angelópolis durante su gubernatura de 1979 a 1985. La propuesta se someterá a consideración ciudadana, según el mandatario estatal.
Manuel Bartlett Díaz, exdirector de la Comisión Federal de Electricidad tiene una trayectoria política extensa. Como secretario de Gobernación bajo Miguel de la Madrid (1982-1988), fue señalado por opositores como responsable del presunto fraude electoral en las presidenciales de 1988, que favorecieron a Carlos Salinas de Gortari sobre Cuauhtémoc Cárdenas. Este episodio llevó a Cárdenas a fundar el Partido de la Revolución Democrática (PRD), del cual emergieron numerosos líderes que posteriormente migraron a Morena, incluyendo figuras clave en el actual gobierno federal y estatal. Bartlett, originario de Puebla, también gobernó la entidad y ha sido senador, manteniendo una influencia notable en la izquierda mexicana pese a sus orígenes priistas.
Alejandro Armenta, por su parte, proviene de una carrera política diversa. Excoordinador de campaña de Enrique Peña Nieto en Puebla durante las elecciones de 2012, transitó del PRI a Morena, donde se convirtió en senador y, eventualmente, en gobernador en 2024. Su propuesta genera curiosidad por este trasfondo, ya que honra a una figura asociada con el antiguo régimen priista, al que Morena ha criticado históricamente por prácticas antidemocráticas.
Hasta el momento, no se registran quejas públicas de militantes de Morena o exmiembros del PRD contra esta iniciativa, a pesar de los vínculos ideológicos con Cárdenas y el rechazo histórico al fraude de 1988. Esta ausencia de críticas internas contrasta con el discurso fundacional de Morena, que enfatiza la lucha contra la corrupción y el autoritarismo del pasado. En redes sociales y medios, algunas voces independientes cuestionan la coherencia, sugiriendo que podría reflejar pragmatismo político o alianzas estratégicas en el poder actual.
Desde un enfoque analítico, esta propuesta invita a polémica al resaltar tensiones en la memoria colectiva mexicana. ¿Representa un reconocimiento legítimo a contribuciones locales o una normalización de figuras controvertidas? El homenaje podría interpretarse como un gesto para consolidar lealtades en Puebla, pero también expone posibles dobles estándares: mientras Morena condena el pasado priista en campañas, en el gobierno opta por gestos conciliadores. Este caso ilustra cómo los símbolos públicos, como nombres de vialidades, se convierten en arenas de disputa ideológica, afectando la percepción de consistencia partidista. En un contexto de polarización, podría fomentar debates sobre reconciliación histórica versus transparencia, influyendo en la agenda electoral futura. La consulta ciudadana propuesta será clave para medir el pulso social, aunque su resultado podría profundizar divisiones si se percibe como formalidad.
