El Chapín, legado milenario de Tláhuac honra a generaciones que defienden la identidad de su pueblo

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Al sureste de la Ciudad de México, Tláhuac tiene una herencia que resiste al paso del tiempo, se trata de los saberes agrícolas y culturales que se transmiten entre generaciones de campesinos. Para su rescate y preservación, Roberto Lozano Albor desarrolló El Chapín, legado milenario de Tláhuac.

Con la mirada puesta en quienes trabajan las chinampas desde hace siglos, el proyecto pone en relevancia los conocimientos que conforman la identidad de la comunidad lacustre. En su obra, el investigador y promotor cultural documenta y difunde los saberes de las y los campesinos que sostienen el equilibrio entre el territorio, la memoria y la vida comunitaria.

“El proyecto nace del respeto por la tierra y de la necesidad de reconocer a quienes la trabajan. El Chapín es más que sembrar una planta, es una forma de vida que refleja la relación espiritual y cotidiana entre el ser humano y la naturaleza”, señaló Lozano Albor.

El Chapín es una técnica ancestral con más de cinco mil años de antigüedad, aprendida por Lozano durante su labor como director de desarrollo rural en la alcaldía Tláhuac, gracias a los maestros chinamperos. Es un método de cultivo que combina sabiduría hidráulica, precisión agrícola y espiritualidad. 

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Consiste en extraer el lodo de los canales –rico en minerales y nutrientes– para depositarlo sobre la tierra. El lodo se coloca en una olla de barro grande llamada almárcigo, se deja secar o “fraguar” y luego se corta en pequeños cuadros con un rallador.

En cada pieza se hace un hoyo con el dedo, se coloca una semilla y se cubre con composta natural. Y se tapa con plástico a modo de invernadero para proteger el brote.

“El lodo tiene un olor fuerte, por eso la herramienta se llama Xoquiamaitl, palabra náhuatl que significa ‘apestoso’. Ese aroma a azufre es señal de fertilidad, porque contiene los minerales y el nitrógeno que hacen posible la vida”, explica Lozano.

La técnica conserva una tradición agrícola y encierra una filosofía de vida. El acto de sacar el lodo y hacerlo emerger simboliza, según el autor, el nacimiento de la tierra, un gesto que evoca antiguos relatos místicos, desde los mitos egipcios hasta la Torá, comenta el entrevistado. 

Además de su dimensión técnica, el Chapín implica una experiencia social y colectiva. “Es un trabajo que se hace con otros, hombro a hombro. En cada jornada hay comunidad, aprendizaje y memoria compartida”, afirma el autor. Durante siglos, dicho método de producción fue el fundamento económico de la región, al permitir cosechas constantes de hortalizas y contribuir al desarrollo de las sociedades agrícolas del valle.

Docente y promotor cultural con una amplia trayectoria en procesos de fortalecimiento comunitario, Lozano dedica gran parte de su trabajo a la investigación de prácticas agrícolas tradicionales. Su proyecto recupera la voz de quienes, desde la milpa, conservan los métodos de cultivo que definen la historia productiva de Tláhuac.

“El campo no solo da alimento, también da memoria. Cada semilla sembrada encierra una historia que merece ser contada”, expresa el maestro.

El proyecto se concretó en un libro de sensibilización que reúne testimonios, fotografías y narraciones sobre la vida en torno al campo. A través de sus páginas, se revela la conexión espiritual entre las personas y la tierra, en la que sembrar, cosechar y agradecer forman parte de un mismo ciclo vital.

“Las enseñanzas de los abuelos son un mapa para entender cómo se vive en armonía con la naturaleza. Ellos no solo trabajaban la tierra, la escuchaban”, señala Lozano.

Cada sección del libro muestra la permanencia de técnicas agrícolas tradicionales como la rotación de cultivos, el uso de herramientas de madera y la observación del cielo para anticipar las lluvias.  Las páginas plasman la sabiduría de los abuelos, las técnicas milenarias de cultivo y los rituales asociados al ciclo agrícola. En ellas, se revela una cosmovisión que entiende la tierra como madre y el trabajo colectivo como sustento de la comunidad.

“Nuestros campesinos son guardianes del conocimiento. Cuando un joven aprende a sembrar, también aprende a cuidar lo que somos”, afirma el autor.

La obra aspira a generar conciencia sobre la importancia de preservar las prácticas tradicionales frente al avance urbano y la pérdida de tradiciones. El registro documental y el fotolibro salvaguardan la memoria de los agricultores, fortalecen la identidad local y promueven la valoración del patrimonio inmaterial de Tláhuac.

“Mi deseo es que los niños y jóvenes vean en la agricultura no una labor del pasado, sino una forma de entender la vida y el respeto a la tierra”, comparte Lozano.

El Chapín, legado milenario de Tláhuac recibió el apoyo del Programa de Apoyos a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMyC) 2024, de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, que impulsa la salvaguardia de las expresiones artísticas, sociales y agrícolas que fortalecen el tejido comunitario.

“El libro es una semilla que quedará sembrada en la comunidad; de ella brotarán nuevas historias y formas de mirar la tierra”, concluye Roberto Lozano Albor.

Para más información sobre la difusión del libro y el autor visita sus redes sociales, facebook  Tlahuiz, en Instagram tlahuizmx y su página web www.lostulares.com

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