Ah, la política mexicana y su idilio con las redes sociales

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¡Un amor tan profundo como un charco en pleno desierto! Y es que nuestros próceres, esos seres de luz que nos «gobiernan», han descubierto que es más fácil tuitear una pendejada que ponerse a trabajar.

El drama de la política digital

El otro día, me enteré de que la Cámara de Diputados, ni más ni menos, se puso de luto por la muerte de Ozzy Osbourne. ¡Ozzy Osbourne! Con todo respeto para el Príncipe de las Tinieblas, que en paz descanse (o siga haciendo de las suyas en el inframundo), ¿neta no tienen otra cosa que hacer? Mientras el país se desangra con la violencia y los asesinatos, a estos iluminados les preocupa la partida de un rockstar. ¡No bueno!

Imagínense la escena: los diputados, con sus trajes de mil ochocientos pesos y sus caras de «yo no fui», reunidos en una sesión «extraordinaria» para decidir el color de la esquela de Ozzy. «Que sea negra, para que combine con el alma de nuestros gobernantes», diría alguno. «No, mejor morada, como la dignidad de un pueblo que ya no aguanta», replicaría otro. Y mientras tanto, en las calles, la gente cae como moscas. Pero eso, al parecer, no merece ni un emoji de carita triste.

Vacuidad y doble moral

Y es que esta es la constante: mensajes vacíos, contenido hueco, una oda a la superficialidad. Publican fotos de sus comidas, de sus mascotas, de sus «logros» que nadie ve, pero ni una palabra, ni un lamento sincero, por las tragedias que azotan al país. ¿Será que su algoritmo personal solo les permite ver lo que les conviene? ¿O es que de verdad creen que con un «lamento mucho el fallecimiento de Fulanito» en Twitter ya cumplieron con su deber cívico?

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Nos quieren vender la idea de que están «cerca de la gente» por subir una historia a Instagram, pero la verdad es que están más lejos que la luna. No les importa el sentir de la banda, les importa el like, el retweet, el aplauso fácil. Y así, entre esquela y esquela de rockeros, la impunidad y la injusticia siguen haciendo de las suyas.

Así que la próxima vez que veas a un político subiendo una foto con cara de «preocupado», pregúntate si en verdad le duele el país, o si solo está buscando su minuto de fama digital. Porque al final del día, sus redes sociales son solo un reflejo de su vacuidad moral. ¡Y eso sí que da miedo!


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