¡Ah, la austeridad republicana!

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Esa joya de la corona que algunos políticos sacan a relucir en cada discurso, pero que, a la hora de la verdad, parece más una dieta de lunes a viernes para los demás, mientras ellos se dan sus banquetes los fines de semana. Y es que, mis queridos lectores, la coherencia es un concepto que, para ciertos personajes de la política, se estira más que un chicle masticado.

Hemos visto cómo la bandera de la «honestidad valiente» ondea con fuerza, pero cuando la lupa se acerca, encontramos casos que huelen más a perfume caro que a frijolitos de la olla. ¿Recuerdan ese turismo de lujo de destacados militantes de Morena por Europa o Japón? ¡Ah, caray! ¿No que la vida austera? ¿No que primero los pobres? Pareciera que la austeridad es un concepto muy flexible, que se aplica a la hora de recortar presupuestos en salud o educación, pero que se olvida cuando se trata de darse una escapadita por el mundo con todos los lujos.

Es el clásico «haz lo que yo digo, no lo que yo hago». Nos venden la idea de una transformación profunda, de un cambio de paradigma donde la corrupción sería erradicada de raíz. Pero luego, nos topamos con actitudes que son un calco de lo que supuestamente se combate. La tolerancia a la corrupción, o al menos a las actitudes que van en contra del discurso oficial, se convierte en un secreto a voces. No es que los ciudadanos seamos tontos, es que hay quienes nos toman por pendejos.

Y es que, si lo pensamos bien, esta no es una novedad. La historia de la política mexicana está llena de discursos grandilocuentes que se desinflan con la cruda realidad. La diferencia ahora es que la demanda ciudadana por la congruencia es cada vez más fuerte. Ya no basta con decir que se es honesto, hay que demostrarlo con hechos, y no precisamente con fotos en la Torre Eiffel.

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Así que, mientras algunos se llenan la boca con la palabra «austeridad», otros se llenan el pasaporte de sellos de países exóticos. La única verdad es que, al final del día, la factura siempre la paga el pueblo, ese que sí sabe lo que es vivir con austeridad, pero por necesidad, no por convicción política disfrazada.


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