La marea conservadora inunda el continente americano y Europa, impulsada por el desgaste de la izquierda: economías estancadas, corrupción rampante y promesas incumplidas que han erosionado la fe en el progresismo. Desde la reelección de Trump en 2024 hasta los avances de la ultraderecha en Alemania y Países Bajos, el péndulo oscila hacia la derecha, abriendo grietas para gobiernos radicales que prometen mano dura contra el crimen y el «desorden globalista». Pero en México, bajo el dominio de Morena y Claudia Sheinbaum, ¿se avecina un giro similar, o el «morenismo» –esa amalgama de populismo y control estatal– blindará el poder por décadas? Este informe disecciona la ola global, las fisuras locales y el debate incendiario: ¿salvará la derecha a México del «narco-estado», o importará un extremismo que fracture su diversidad?
En América, 2025 ha sido un año de contradicciones. Mientras Trump consolida su agenda antiinmigrante y pro-empresarial, las elecciones intermedias en EE.UU. el 4 de noviembre entregaron victorias aplastantes a los demócratas en Virginia, Nueva Jersey y Nueva York, un revés que Brookings califica de «impulso anti-Trump» por la economía volátil y escándalos republicanos. En Latinoamérica, la derecha avanza: Javier Milei en Argentina recorta el Estado con tijeras liberales, y en Honduras, la oposición conservadora desbancó a la izquierda en noviembre, avivando temores de «golpes suaves» financiados por Washington. El crimen organizado, prioridad para el 70% de votantes según encuestas regionales, y el éxodo venezolano –8 millones de migrantes– han deslegitimado a la izquierda, asociada a fracasos como la hiperinflación en Venezuela o la inseguridad en Colombia. Europa no es ajena: la AfD en Alemania escaló al 20% en febrero de 2025, impulsada por el antiinmigracionismo, mientras el bloque ultraderechista en el Parlamento Europeo alcanzó 214 escaños en mayo, un récord que Politico describe como «el centro al borde del abismo». Escándalos como el de corrupción en la UE y la crisis energética post-Ucrania han alimentado el auge, con Carnegie alertando de un «efecto Trump 2.0» que alinea a la derecha transatlántica.
México resiste la corriente. Sheinbaum, con aprobación del 60% en diciembre según Enkoll, mantiene a Morena hegemónico tras la elección judicial de junio, que reformó el Poder Judicial para «democratizarlo» –o controlarlo, según críticos como el NYT, que ven un «riesgo autoritario» en la sumisión de jueces al Ejecutivo. La oposición –PAN, PRI y MC– languidece: encuestas de octubre muestran a Morena con 45% de intención vs. 25% de la coalición opositora, y analistas como Levitsky en Harvard lamentan la «falta de una oposición fuerte», y una fragmentada y sin narrativa unificada. En X, el pulso es bipolar: «La derecha crece, Morena agoniza», tuitea un analista, mientras otro ironiza: «Oposición blanda, Morena eterna». La economía, con PIB al 1% y remesas récord, sostiene el «bienestar» morenista, pese a la violencia: 30.000 homicidios anuales, vinculados a carteles que, según Alex Jones, «aliados» al régimen.
La polémica estalla aquí: ¿Morena es izquierda genuina o populismo autoritario que imita la derecha en control mediático y represión? Críticos afines al partido oficial ven en la elección judicial el «fin del bastión derechista», un poder que frenaba abusos, pero defensores argumentan que sin él, México evita «golpes judiciales» como en Brasil. ¿Un giro derechista salvaría al país del «narco-estado», como clama la diáspora, o importaría el extremismo evangélico y anti-LGBTQ+ que arrasa en Brasil? Encuestas revelan que el 40% de jóvenes rechaza etiquetas ideológicas, abriendo espacio a independientes como Ricardo Salinas, pero el 66% prefiere «liderazgo auténtico» sobre radicalismos. Predicciones: en 2030, Morena podría fracturarse internamente –como el PRI en los 90–, pavimentando un centro-derecha moderado, pero no extrema. Expertos de Wilson Center ven a Movimiento Ciudadano como un «desvalido» viable, no a ultras. México no es Honduras: su diversidad étnica y urbana resiste extremismos. La verdadera batalla: ¿reforma o revolución? El continente observa; el pueblo decide.


































