¡Vaya tema candente el de la expulsión del PRI de la Internacional Socialista (IS)! Efectivamente, el 3 de diciembre de 2025, la IS anunció la salida del Partido Revolucionario Institucional de sus filas, tras casi 30 años de afiliación, citando «acciones contrarias a su código de ética» bajo la dirigencia de Alejandro «Alito» Moreno. La decisión se tomó en un consejo en Malta a finales de noviembre, donde se juzgaron las alianzas del PRI con la derecha (como el PAN en las elecciones de 2021 y 2024) y episodios de violencia y porrismo atribuidos a su liderazgo. Moreno, por su parte, lo volteó como un triunfo: niega la expulsión y asegura que el PRI ya había «pausado» su membresía el 27 de noviembre de 2024, calificando a la IS de «antidemocrática y corrupta», e incluso amenaza con demandarla en varios países. Es un clásico de Alito: victimizarse y contraatacar.
Ahora, ¿es esto una muestra más de la debacle priista que podría llevarlo a la irrelevancia electoral, o una ruptura necesaria por incompatibilidad ideológica? Vamos a desglosarlo con perspectiva.
La cara de la debacle: un PRI en caída libre
Sí, huele a más de lo mismo en la crisis existencial del tricolor. El PRI ya no es el partido hegemónico de antaño; su declive es evidente:
– En las urnas: En las elecciones de 2024, como parte de la coalición Va por México (con PAN y PRD), apenas sacó el 15.8% de los votos presidenciales, quedando en tercer lugar tras Morena y el PAN. Perdió 9 gubernaturas clave (de 23 que disputó) y redujo su bancada en el Congreso de 74 a 34 diputados federales. En 2025, las locales han sido igual de duras: en Coahuila y Durango, sus bastiones históricos, el PRI se tambaleó con escándalos y divisiones internas.
– Liderazgo tóxico: Alito Moreno encarna el problema. Acusado de corrupción (investigaciones por enriquecimiento ilícito y nexos con el narco), su estilo agresivo —desde golpes a opositores hasta alianzas oportunistas— ha ahuyentado a votantes moderados y renovadores. La expulsión de la IS no es un «logro», como él dice, sino un bochorno internacional que lo aísla más: pierde visibilidad global y credibilidad como «centro» político. Analistas lo ven como «la expulsión de Alito del escaparate mundial», acelerando la fuga de militantes (como Ifigenia Martínez o Beatriz Paredes, que ya criticaron su deriva derechista).
– Riesgo de desaparición: En 2027, sin una renovación profunda, el PRI podría no alcanzar el 3% de votos necesarios para mantener su registro. Su base en el norte y centro se erosiona ante el PAN (más conservador) y Morena (que absorbe ex priistas). Esta movida solo profundiza la percepción de un partido obsoleto, sin ideario claro, que navega a la deriva.
En X, el escarnio es inmediato: posts lo tildan de «llanto de Alito» o «tarjeta roja merecida», reflejando cómo la opinión pública ve esto como otro clavo en el ataúd priista.
La defensa: ¿una ruptura ideológica inevitable?
Por otro lado, hay un argumento sólido para verlo como necesario. El PRI ya no encaja en la IS, que agrupa a socialdemócratas como el PSOE de Pedro Sánchez o el laborismo británico: prioriza equidad social, derechos humanos y multilateralismo de izquierda.
– Giro a la derecha: Desde los 90, el PRI mutó de su origen revolucionario (post-revolución mexicana) a un perfil neoliberal y conservador. Aliarse con el PAN ultraderechista en 2024 —contra la «izquierda radical» de AMLO— fue la gota que colmó el vaso. Moreno denunció la «debilitamiento democrático» de la 4T, alineándose con narrativas conservadoras globales. Quedarse en la IS habría sido hipócrita: ¿cómo justificar alianzas con partidos que promueven austeridad extrema o antiinmigración?
– Beneficio estratégico: Salir (o ser expulsado) libera al PRI para rebrandearse como fuerza de centro-derecha pura, atrayendo votantes del PAN sin el lastre de un «socialismo» que choca con su electorado actual (empresarios, clases medias altas). Alito lo pinta como soberanía: «No necesitamos validación externa». En un México polarizado, esto podría unir a los suyos contra Morena, enfocándose en temas como seguridad y economía sin dogmas izquierdistas.
¿Debacle o necesidad? Ambas, pero con más peso en lo primero
Es un cóctel: la incompatibilidad ideológica era real y previsible (el PRI coqueteaba con la salida desde 2023), pero el timing y la forma —bajo un líder controvertido como Alito— lo convierten en catalizador de la debacle. No es solo ideología; es síntoma de un partido que prioriza supervivencia oportunista sobre principios, lo que lo debilita ante votantes desencantados. Si no renuevan liderazgo y plataforma para 2027, la «desaparición» no es exageración: podría fusionarse con el PAN o diluirse como el PRD.





































