Camacho, CNTE y Z: crisis de la calle y el parlamento

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A finales de noviembre de 2003, el Gobierno foxista de la alternancia partidista en la presidencia enfrentó una de las crisis más delicadas: la decisión gubernamental de aumentar impuestos alimentos y medicinas y privatizar la electricidad convocó a una inusitada manifestación ciudadana en las calles que puso al Gobierno de Vicente Fox Quesada contra la pared exigiendo una verdadera transición a la democracia.

El entonces diputado perredista Manuel Camacho Solís –que siempre estuvo al lado de la opción de Andrés Manuel López Obrador– publicó El Universal un artículo titulado “la calle y el Parlamento” y ahí advirtió de que el país se enfrentaba a una severa crisis si el Parlamento no escuchaba a la calle o si la calle rebasaba al parlamento. Al final, Fox declinó sus iniciativas.

Camacho había escrito desde 1977, a partir de sus lecturas sobre todo de Antonio Gramsci, sobre las caracterizaciones de la crisis que se acomodaban en 2007 a los desafíos de la alternancia en la presidencia:

–El sistema político llegaba a un límite “cuando las instituciones políticas dejan de funcionar dentro de sus propósitos de dominación política, dirección política y administración social o cuando la clase política pierde la capacidad de hacer uso de las instituciones políticas”. Esta situación revelaría la falta de cohesión de la clase política, insuficiencia de representación de las fuerzas políticas, pérdida de legitimidad y falta de capacidad administrativa.

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–Y el Estado llegaba a su límite “cuando el orden de clases y fuerzas sociales prevalecientes pierde su capacidad para generar las máximas posibilidades para la expansión del grupo o clase en el poder o cuando una de las clases subalternas –y sus aliados– adquiere capacidad política, intelectual y moral para imponer un nuevo orden”.

La alternancia ofrecía el escenario de una crisis de sistema político y de Estado.

Escudado en su 54% de voto presidencial, su 48% de base legislativa directa y 68% con los aliados del Verde y del Trabajo, Morena se ha negado a establecer formas y mecanismos funcionales de debate político para ajustar sus iniciativas que ya ha abandonado en el camino a casi la mitad de la población electoral presidencial y un tercio de la fuerza legislativa.

La reforma judicial y las intenciones de reorganizar a la autoridad electoral en función de los intereses de la mayoría legislativa han sacado a la calle a sectores sociales que antes eran conocidos por su pasividad social y política, aunque no lograron construir un nuevo bloque de poder y sí cuando menos dejaron latente la movilización en las calles en contra de decisiones del parlamento.

La democracia que mal que bien funciona en México por razones electorales está en crisis y se trata del colapso de la democracia de representación popular, toda vez que el bloque dominante decide como grupo cerrado y al margen de las ideas y sentimientos de algunos de esos sectores y el bloque opositor todavía no dinamiza a la sociedad para involucrarla no solo en marchas sino en reorganización de partidos, de corrientes o de grupos públicos que pudieran sumarse a esa parte deliberativa que en la 4T dice promover aunque en el fondo no hay más deliberación que la opinión excluyente del presidente emérito.

Los paros y marchas de la CNTE y la Z del próximo sábado 15 de noviembre en la capital de la República y en algunas plazas estatales se estarían interpretando sin muchos elementos racionales que requiere todo análisis político como una protesta social en modo de indignados ante el funcionamiento reconstructor del viejo régimen que está instaurando la 4T en función de su mayoría política legal, pero con reaglutinamiento de grupos sociales que han salido recientemente a las calles a protestar.

El primer indicio de las marchas está a la vista: los partidos están colapsados en cuanto a su representación social del ciudadano y cada vez están más hundidos en la maldición de Robert Michaels de “la ley de hierro de la oligarquía” o cómo esas organizaciones quedan presas del voluntarismo excluyente de sus dirigentes, incluyendo desde luego a Morena.

Las protestas callejeras usualmente quedan atrapadas en los intereses del conservadurismo militante o del anarquismo sin futuro, mientras los partidos políticos disfrutan del poder de su minoría en función de los intereses del grupo dirigente.

Pero, aun así, con los perfiles conservadores, las marchas últimas mal capitalizadas en el concepto ingenuo de ola rosa, las expresiones callejeras a favor de la Corte y el INE llenaron el pavimento y fueron un aviso de que la sociedad no partidista eludía el camino de los partidos institucionales y los espacios de la democracia representativa del parlamento, pero estaba en las calles gritando contra decisiones que caracterizaba de autoritarias.

Ante la CNTE y la Z quedan las advertencias de Camacho Solís de hace 22 años:

“Donde las instituciones son fuertes, ambos espacios políticos conviven y se nutren uno del otro. Donde son débiles, el parlamento queda separado de las demandas de la sociedad y la calle termina por desconocer a sus representantes”.

Política para dummies: La política determina si la lucha está en la calle o el Parlamento.

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