Cuando la Niñez se Vuelve Sicaria

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¿A poco no es todo un cuento de terror que el asesino del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, tuviera 17 años? Así es, amigos, en un país donde los problemas se evita como si fueran un regaño de la abuela, la noticia nos golpeó como un piñazo en la cara. Y no, no es un simple chisme, es un indicativo de que el futuro de nuestros jóvenes se está cocinando en una olla de presión y, spoiler alert, no es a fuego lento, sino a la brasa del crimen organizado.

Ahora, aquí viene la cuestión: ¿lo consideramos un niño o un mini criminal? Las posturas están más divididas que el salario mínimo y el costo de la canasta básica. Por un lado, algunos dicen que este chavo es solo un niño (cualquiera diría que han olvidado lo que es ser adolescente). Platican de atacar las causas con más programas sociales, como si llenarlos de billetes fuera la única solución. Pero déjenme decirles, el dinero pa’ los programas sociales está más malgastado que agua en un colador. Si la maldad estuviera en los 20 pesos de la despensa, ya no tendríamos problemas… y seguiríamos siendo pobres, pero menos jodidos.

Por el otro lado, están los que claman por una guerra contra los malditos cárteles que han hecho de este país su patio de juegos. Y aquí la pregunta, ¿acaso esos grupos criminales han alquilado una valla publicitaria que dice “¡Ven a ser parte de nuestra familia, donde la lealtad y el dinero son la norma!”, mientras nuestros programas sociales se están exhibiendo como si fueran una paleta vieja en el tianguis? Es que, seamos sinceros, para un joven que ve en las calles a los narcos como la imagen del éxito, los programas que solo ofrecen becas para aprender a manejar un tractor en la comunidad son un chiste que no hace reír a nadie.

Así que, entre el debate de si este joven debería recibir redención o el fusil por ser un «niño», lo que realmente debemos preguntarnos es: ¿por qué se prefiere el glamour de un cártel ante la opción de un futuro mediocre en una sociedad sin oportunidades? La escasez de sueños hace que un par de billetes, el «bienaventurado» uso del poder, y ser “el chido del barrio” parezcan más atractivos que una beca para terminar la secundaria.

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Las soluciones simplistas no cortan, la neta es que hay que meter mano dura, pero también, es necesario invertir en la juventud. Y no me refiero a poner más barro en un pozo sin fondo. Menos palabrerías y más acción de verdad, por favor. Ya basta de medidas que parecen parches temporales en un bote roto; necesitamos estrategias que ataquen el problema de raíz.

Así que pendientes, gente. Porque si no volcamos la mirada hacia un futuro más sólido y seguro para nuestros jóvenes, pronto la frase “luchando por un México mejor” estará tan distante como la última vez que escuchamos que un político no robó.

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