La oposición en México se encuentra en una encrucijada crítica tras las elecciones de 2024, donde Morena consolidó su dominio con la victoria de Claudia Sheinbaum en la presidencia y mayorías en el Congreso. De cara a las elecciones intermedias de 2027, que renovarán la Cámara de Diputados y 16 gubernaturas, y las presidenciales de 2030, los partidos opositores —principalmente PRI, PAN y Movimiento Ciudadano (MC)— deben decidir si resuelven sus diferencias, internas y entre ellos, para formar un frente común o compiten por separado. Esta disyuntiva no es menor: analistas coinciden en que la fragmentación facilitaría un triunfo abrumador para Morena, perpetuando su hegemonía política.
El contexto actual revela una oposición debilitada. Después de la derrota en 2024, donde la coalición Va por México (PRI-PAN-PRD) no logró frenar el avance morenista, surgieron fisuras internas. El PRI, bajo el liderazgo de Alejandro “Alito” Moreno, ha sido el más proactivo en promover la unidad. En agosto de 2025, Moreno convocó a un «gran frente opositor» que incluya no solo a partidos tradicionales, sino también a la sociedad civil, para enfrentar a Morena en 2027 y sacarlos de la presidencia en 2030. Esta propuesta busca replicar estrategias pasadas, como la alianza de 2021 que permitió algunas victorias locales, pero enfrenta resistencias. Por ejemplo, MC, liderado por Dante Delgado y Jorge Álvarez Máynez, ha mostrado reticencia a unirse, prefiriendo una ruta independiente que en 2024 le dio un 10% de votos, pero insuficiente para desafiar solos.
Las ventajas de un frente común son evidentes. Históricamente, las coaliciones han diluido el voto opositor disperso, concentrándolo contra el partido dominante. En 2027, con Morena ya organizando su «ejército» de militantes para promocionar sus políticas, una oposición unida podría disputar escaños clave en el Congreso, evitando que Morena impulse reformas constitucionales sin oposición. Analistas argumentan que sin unidad, Morena y aliados arrasarían, como sugieren encuestas tempranas de 2025 que proyectan un dominio similar al de 2024. En Guerrero, figuras como el senador priista Manuel Añorve y el exgobernador Héctor Astudillo coinciden en la necesidad de un frente para contrarrestar el avance morenista en estados clave.
Sin embargo, ir por separado representa un riesgo alto. La fragmentación diluiría el voto anti-Morena, beneficiando al oficialismo. En Tabasco, el perredista Juan Manuel Fócil enfatiza que, sin alianzas, el escenario será «complicado» para ganar posiciones en 2027. Rupturas recientes, como las tensiones entre PRI y PAN por candidaturas pasadas, agravan esto. Además, Morena mantiene alianzas estables, como con el PVEM, que se reafirmó en septiembre de 2025 para Puebla y otros estados. Analistas políticos en foros como Político MX señalan que, rumbo a 2027, las fuerzas opositoras analizan romper lazos previos, lo que podría atomizar el electorado y allanar el camino para Morena.
Para 2030, el panorama se complica. Sin un frente sólido en 2027, la oposición perdería momentum y recursos, facilitando que Morena elija un sucesor fuerte, posiblemente de su ala dura. Escenarios optimistas para la oposición incluyen una coalición ampliada que integre a MC, potenciando su base en el norte y centro del país. Pesimistas prevén una repetición de 2024, con Morena capturando el 50-60% de votos si la oposición se divide.
En resumen, la unidad es imperativa para equilibrar el poder. Sin ella, Morena podría consolidar un sistema de partido único de facto, erosionando contrapesos y balances. La oposición debe priorizar diálogos internos, superando egos partidistas, para ofrecer una alternativa viable. El tiempo apremia: con Morena avanzando en organización, 2027 será la prueba de fuego para su supervivencia electoral.