¿Vidulfo en la Corte? ¡Qué Jaloneo!

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¡Órale, compas! Bienvenidos a DeVotos y otros políticos Nonsanctos, donde desmenuzamos el circo político con una buena dosis de sarcasmo y unas gotas de chile piquín. Hoy, el chisme que trae a todos con el ojo cuadrado es la contratación de Vidulfo Rosales, el exabogado de los papás de los 43 de Ayotzinapa, como asesor del nuevo jefe de la Suprema Corte, Hugo Aguilar. ¡Sí, el mismísimo Vidulfo que AMLO miraba con más desconfianza que a un taquero que no pone salsa! ¿Qué onda con este movimiento? ¿Es un guiño a la justicia social o un madrazo al gobierno federal? Agárrense, que esto está más enredado que un nudo de rebozo.

Resulta que en X se armó el alboroto cuando se filtró que Vidulfo, el abogado aguerrido que peleó por los normalistas desaparecidos, ahora es parte del equipo de lujo de Aguilar, quien preside la SCJN desde este 2025. Los tuiteros no se hicieron esperar: «¡Vidulfo en la Corte! ¿Ahora sí va a haber justicia o nomás es para apantallar?», tuiteó una activista de Guerrero con 12 mil retuits. Otro usuario, más cínico, soltó: «AMLO decía que Vidulfo era ‘intermediario’ y no le creía ni el buenos días. ¿Qué hará ahora que su Corte ‘del pueblo’ lo tiene en la nómina?». Y no es para menos: López Obrador nunca tragó a Rosales, acusándolo de lucrar con la causa de Ayotzinapa. «No confío en intermediarios», decía el exjefe desde Palacio, mientras señalaba ONGs con el dedo.

Entonces, ¿qué está jugando Aguilar? Hay quienes dicen que meter a Vidulfo es un mensaje claro: la Corte quiere marcar distancia del Ejecutivo y mostrarle al mundo que va en serio con los derechos humanos. Pero, ¡aguas!, porque otros en redes murmuran que esto es puro teatro: «¿No que austeridad? Aguilar con 100 asesores, incluyendo a Vidulfo, huele a acomodo político», escribió un periodista en un hilo que ya lleva 8 mil likes. Y no falta el que suelta la puntada: «Vidulfo en la SCJN, como si el Tío Lolo contratara al compa que no lo pela». El chiste es que, con más de 80 asesores tras el recorte anunciado, la Corte parece más un mercado de favores que un templo de justicia.

La neta, esto pinta a un jaloneo de poder. Aguilar, el primer ministro indígena, quiere su propio sello, pero meter a Vidulfo es como bailar con el diablo: o te sale el paso doble o te pisan el callo. ¿Será que la Corte busca limpiar su imagen tras años de ser señalada como «cómplice»? ¿O es una cachetada con guante blanco al obradorismo? Mientras no haya claridad, el chisme sigue: Vidulfo en la Corte no es solo un contrato, es una declaración de guerra… o una telenovela más. ¿Ustedes qué dicen? ¡Échenme la mano en los comentarios!

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