La transparencia es para los demás, no para los morenistas

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Mis estimados lectores, mis chulitos y mis chulitas. Aquí andamos, en el lodo de la política mexicana, un lodazal que ya ni el de la Conchita en Iztapalapa le pide nada. Hoy, vamos a hablar de un tema que a los políticos les saca ronchas, los pone verdes de coraje y los hace sudar más que un tamal de mole: la transparencia.

¡Ah, la transparencia! Esa palabra que en los discursos suena tan bonita, tan pura, tan llena de buenas intenciones. Pero, ¿qué pasa cuando la realidad golpea la puerta? Ah, caray. Ahí se nos cae la máscara. Y si no, pregúntenle a los de Morena.

Se supone que ellos eran la esperanza de México, ¿no? La cuarta transformación, el cambio verdadero, la austeridad republicana y no sé cuántas cosas más que nos recetaron en las mañaneras. Pero resulta que cuando un periodista, valiente o pendejo, se mete a husmear en sus cuentas, sus propiedades, sus lujos, sus departamentos en Miami, sus coches de lujo, ¡uy! Se les sube la bilirrubina y se ponen como Hulk.

Y es que, ¿por qué será que les molesta tanto que la gente sepa en qué se gastan el dinero? ¿Por qué se ofenden cuando se les cuestiona de dónde sacaron para comprarse la mansión en Las Lomas, si su sueldo de diputado apenas les da para la mensualidad de un Tsuru? ¿A poco creen que somos pendejos? La neta, sí lo creen, por eso andan con sus mamadas.

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Dicen que es «guerra sucia», «ataques de la derecha», «un compló de los conservadores». ¡Ajá, ajá! Sí, como no. El único compló que hay aquí es el de la «cola de cochino», el que todos sabemos, pero del que nadie quiere hablar.

Mire usted, la cosa es bien sencilla: la gente ya se hartó de que nos vean la cara de pendejos. Ya no estamos en los tiempos del PRI de antes, donde la opacidad era el pan de cada día y nadie decía nada. Ahora, con las redes sociales, con el Internet y con los chismes que corren como reguero de pólvora, ya no hay manera de esconder las tranzas. Y si no, ahí tiene el ejemplo de la casa de la Sheinbaum, o del departamento del Manuel Bartlett o de la casa de los hijos del Peje. ¿Qué dirán? Que son de sus tías, ¿no? ¡Por favor!

Entonces, la próxima vez que un político, de Morena o del partido que sea, se muestre alérgico a la transparencia, usted ya sabe por qué es. Y si no, pregúntese: ¿qué estará escondiendo este cabrón?

Ahí se los dejo de tarea.


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