La amnesia selectiva del poder

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¡Mis queridos cínicos de cabecera! ¿Cómo andamos hoy? Su Redactor Irreverente les trae un chismecito de esos que huelen a naftalina política, pero que siguen siendo el pan de cada día: la clásica «no sabía nada» de nuestros gobernantes. ¡Ajá! Como si uno naciera ayer o tuviera cara de Juan sin miedo.

Uno ya está hasta la madre de escuchar a los políticos con su discurso de «a mí no me informaron», «me tomó por sorpresa», «yo confiaba ciegamente». ¡Pura mamada! Lo dice mi abuela y lo repito yo: «El que calla, otorga». Y en el mundo de la política, el que «no sabe», es porque no le convenía saber. Así de fácil, sin tanto choro mareador.

El ejemplo más reciente que nos voló la cabeza fue el de Felipe Calderón con su súper policía Genaro García Luna. ¡Ay, mi Felipe! Que si no sabía que su mano derecha estaba de romance con el crimen organizado. ¿En serio? ¿El «presidente del empleo» y el «presidente de la guerra contra el narco» no se dio cuenta que su Secretario de Seguridad Pública andaba de la mano con los malos? ¡Por favor! Eso ni mi perro se lo cree, y mira que el Sultán es medio ingenuo. Aquí la pregunta del millón no es si sabía, sino si le convenía hacerse el pendejo mientras la lana circulaba a sus anchas y la «guerra» se volvía una carnicería con tintes de negocio.

Y para que no digan que le cargamos la mano a un solo bando, vámonos con el señor Adán Augusto López Hernández. ¡Ah, el «hermano» de nuestro presidente! Resulta que uno de sus cercanos, Hernán Bermúdez ha sido señalado por sus presuntas relaciones con ciertos grupitos que no son precisamente scouts. Y claro, el buen Adán, con su cara de yo no fui, sale a decir que «desconocía» esas conexiones. ¡No me chingues! ¿Cómo es posible que un personaje tan cercano al poder, con acceso a tanta información, viva en Babia? O de plano, como dice el dicho, «a veces es mejor hacerse el occiso para que no te metan al cajón».

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¿Ignorancia o complicidad? Esa es la cuestión

Al final del día, la verdadera pregunta que deberíamos hacernos como ciudadanos, con la mano en la conciencia y la cartera vacía, es si esta «ignorancia» de los políticos es genuina o si es una cortina de humo bien pinche gruesa. Porque a ver, ¿quién en su sano juicio, teniendo el poder y los recursos para investigar hasta el último pedo de sus subordinados, elige vivir en la absoluta desinformación cuando se trata de temas tan delicados como el crimen organizado?

Aquí entre nos, el cinismo de nuestros políticos es tan grande que ya raya en la genialidad. Nos ven la cara de estúpidos y se ríen de nosotros. Y nosotros, pues a seguir votando por ellos, ¿verdad? Como diría mi tía Chona: «El que por su gusto es buey, hasta la coyunta lame».

¡Nos vemos en la próxima, bola de malpensados!


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