Por: Salvador I. Reding Vidaña
Las grandes competiciones, como los juegos olímpicos y los campeonatos del mundo (de lo que sea), tienen como resultado eso: uno gana, los demás pierden. En el mejor de los casos, hay segundos y terceros, casi como premios de consolación de los que “casi ganaron”. Esta política competitiva, es un error social.
¿Quiénes ganan alguna competición? en general, salvo algo accidental que favorezca a otro, gana el mejor o más capaz, el mejor preparado o entrenado. Reconocer el talento, la destreza, el empeño y la preparación no está mal. Lo que es malo es dejar a todos los demás en medio de la niebla, cuando la luz ilumina solamente a uno, quien tiene sobre sus sienes la corona de laureles.
Para competir en lo que sea: deportivo, cultural o artístico, las personas se preparan, buscan maestros que les instruyan, oportunidades de practicar y hasta de competir para ir acostumbrándose al proceso, tensión y emociones de la gran competición. Así, quienes sueñan con ser campeones olímpicos, entrenan y compiten, para ir llegando a alcanzar la oportunidad de participar en una olimpiada.
Pero en una competición internacional, un laureado campeón nacional, si no gana al menos uno de los tres primeros lugares, queda como un don nadie. Con el ánimo parchado, y sus aspiraciones frustradas, vuelve a casa sin ese todo o nada que es el ganar la competición.
Los fanáticos y criticones de las selecciones mexicanas de futbol, se quejan de que a pesar de ir ascendiendo en la escala del derecho a jugar la final de un campeonato, no llegan, y les llaman “el-ya-merito”. No se evalúa el esfuerzo ni la ventaja demostrada sobre los que fueron superados en los diversos juegos para ir ascendiendo, y menos aún de los equipos que ni siquiera pudieron participar en el campeonato del mundo. Aunque queden entre los mejores del mundo, si no son campeones, no son nada, caray.
Hay que valuar el éxito de un competidor, de lo que sea, en función de su propio yo, y no de los demás. Algunos dicen que lo importante es competir, no ganar, pero no es así: lo importante es la preparación para el óptimo desarrollo de las propias facultades y destrezas, y hacer el mayor esfuerzo para lograr ese mejor resultado. Así, lo que es clave es lograr lo mejor posible de uno mismo.
Quienes llegan a una competencia no están en igualdad de condiciones necesariamente; cada quien llega con la oportunidad de tener el óptimo desempeño con lo mejor que tiene. Pero en general, algún grupo tiene competidores con posibilidades semejantes de ganar, en función de sus anteriores desempeños, estado de ánimo y condiciones en general. Los demás, llegan a la competición ya en desventaja: no podrán vencer a los mejor dotados.
Esta cultura tan enraizada en el mundo de que uno gana y los demás pierden, tiene o puede tener un gran costo social. Se trata del desánimo y desaliento de quienes se quedan entre los perdedores. Los campeones se llevan todo y muchos otros, con todas sus capacidades desarrolladas, se quedan con nada. Muchas veces, quienes tienen “todo para ganar”, pueden cometer algún pequeño (o gran) error, y otro gana. Es el problema de la mayoría de las competencias: sólo hay una oportunidad: ganas o pierdes.
El precio pagado es de frustraciones y derrotismo injustificados, que afectan el deseo de superación y la autoestima de la niñez y la juventud, principalmente.
Cambiar esta mentalidad del significado de un campeón y los demás, es casi imposible, pero debe cambiar, irse modelando, para reconocer de alguna manera a cada uno de los “buenos” o muy buenos, y que tengan sus propias oportunidades de reconocimiento. Ahora aún los subcampeones quedan como segundones. Un equipo o una persona pierden el campeonato, y se les reclama que no ganaron, cuando en realidad ganaron mucho para llegar a finales.
Recuerdo una película cuyo tema era un grupo de jóvenes pianistas que competirían por un solo premio, era todo o nada (para variar): el ganador tendría giras, conciertos y discos a grabar. La mujer instructora de la chica que finalmente ganó con espléndida interpretación, comentaba que en competiciones semejantes, en donde se reconocía a un solo ganador, se perdían cada año cuatrocientos excelentes pianistas, que se quedaban sin oportunidad alguna, y que en su mayoría terminarían dedicándose no al piano sino a otras ocupaciones.
Al mundo le ha hecho mucho daño está visión del campeón único y el resto de los mortales. Sí hay en el mundo, afortunadamente, esfuerzos escolares aislados para aprender dos cosas. Una de ellas es el resultado sumado de todos, los mejor dotados y los menos dotados, el sentido de que como equipo, todos ganan, se trata de dar lo mejor de sí. De esta forma se logra la otra cosa: reconocer el esfuerzo que una persona o un equipo hacen para dar lo mejor que pueden dar. De esta forma, si hay otros que los superan por lo que sea, lo importante es llegar tan lejos, tan alto, como se pueda.
Las carreras de Maratón y otras de larga alcance tienen una ventaja social: la mayoría de la gente participa no para ganarle a quienes ya sabe son más capaces, sino para dar lo mejor que pueden, o también, sí, solamente por el placer de participar, de llegar a la meta.
Las diferencias humanas están fuera del alcance de las demás personas. Si hay una persona que tiene mejores capacidades físicas, intelectuales o emocionales, si tiene mejores oportunidades de capacitación, de equipos materiales, de tiempo a dedicar para practicar, los demás no pueden hacer algo al respecto. Si hay alguien mejor que yo en lo que quiero ganar, competir, nada puedo hacer, solamente dar lo mejor de mí para intentar superarlo, pero si me gana, bien para ese alguien. Mi satisfacción (que merece reconocimiento) es dar lo mejor de mí.
Hay que educar a la niñez y juventud en que en cualquier competición que participen, lo importante es lograr lo mejor posible, independientemente de quién gane. También debe enseñarse a aprender el cómo mejorar el desempeño, y a buscar los mejores maestros, y por último, a dedicar todo el tiempo razonable a la práctica y el entrenamiento. Superar los propios logros anteriores. Logrado esto, se reducen las frustraciones cuando no se logra un campeonato o primer lugar.
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