Sus finanzas son un reflejo de la incertidumbre global. Mientras el mundo se enfrenta a conflictos geopolíticos y una economía que se tambalea, el mercado del arte sufre una de sus caídas más drásticas en años, demostrando que la inversión en obras maestras no es inmune a las crisis. Los coleccionistas millonarios, en vez de gastar fortunas en lienzos, ahora se lo piensan dos veces.
Sotheby’s, por ejemplo, ha visto cómo sus pérdidas se duplicaron. Y Christie’s no se queda atrás, pues ha cerrado su departamento dedicado al arte digital, lo que marca el fin de una era para los NFT, que pasaron de ser la sensación a una burbuja que explotó. Esto demuestra cómo un mercado que parecía imparable puede desplomarse de un momento a otro, arrastrando consigo a gigantes que creían haber encontrado la gallina de los huevos de oro.
La situación es tan seria que las ventas en subastas públicas han caído en picada. El arte, que por mucho tiempo fue visto como una inversión segura, hoy enfrenta un panorama incierto. Sin embargo, en medio de esta caída, un sector resiste y gana terreno: las ventas privadas, donde los coleccionistas buscan discreción y seguridad, alejándose del foco público. La lección es clara: en tiempos de crisis, el arte sigue siendo un refugio, pero solo para aquellos que saben cómo jugar el juego en las sombras.















