¡Puta madre, México! ¿Neta que seguimos con este desmadre? Es como cuando tu vieja te pone los cuernos con el repartidor del gas, pero cuando le preguntas si te quiere, te dice «sí, mi amor, con todo mi corazón». ¡No mames!
Aquí la cosa es que las encuestas nos dicen que estamos hasta la madre con la inseguridad, que cada vez hay más balaceras y el narco parece dueño del país. Luego, vas al IMSS y te dicen que no hay ni paracetamol, que regreses en seis meses. La economía, ni hablamos, la lana no rinde ni para el chicle y el aguacate está más caro que la gasolina premium. Y la corrupción, ¡ah, la corrupción! Esa es como el aire, está por todos lados, nomás que esta sí apesta a madres.
Pero, ¡oh, sorpresa! Cuando le preguntan a la gente qué tal la Dra. Sheinbaum, ¡pum!, la aprueban con bombo y platillo. Como si fuera la virgen de Guadalupe, intocable y perfecta. ¿Será que la gente no conecta la cabeza con el cuerpo? O sea, ¿no se dan cuenta que ella es la mera riata de todo este desmadre? Es como decir que no te gusta la comida del restaurante, pero al chef lo amas con locura. ¡No mamen!
¿Será que nos da miedo decir la verdad? ¿O será que estamos tan acostumbrados a que nos den atole con el dedo que ya ni distinguimos la realidad de la fantasía? Esto es como el borrego que se queja del lobo, pero sigue votando por el pastor que lo vende al matadero.
A lo mejor la gente piensa que Sheinbaum es como una especie de escudo mágico que la protege de toda la mierda que flota en el ambiente. O simplemente, es el miedo a contradecir al rebaño, no vaya a ser que te tachen de «fifí» o «conservador», cuando lo único que quieres es no andar con el Jesús en la boca cada vez que sales a la calle.
En fin, seguimos siendo un misterio, México. Un país donde la lógica se va de vacaciones cada seis años y la fe ciega nos guía al precipicio. ¡Qué chingón!
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