En semanas recientes de 2025, las calles de Los Ángeles, Nueva York, Chicago, Austin y otras ciudades estadounidenses han sido escenario de protestas masivas contra las redadas migratorias impulsadas por la administración de Donald Trump. Estas manifestaciones, que han incluido bloqueos de autopistas, enfrentamientos con la Guardia Nacional y paros laborales como el «Día sin Inmigrantes», reflejan una respuesta visceral a políticas migratorias agresivas, como la deportación masiva de indocumentados y la derogación de protecciones legales para migrantes.
Sin embargo, un análisis crítico sugiere que estas protestas, aunque motivadas por una legítima defensa de los derechos humanos, podrían estar reforzando, sin pretenderlo, las narrativas de los sectores cercanos a Trump que promueven la teoría del «gran reemplazo» y la idea de una «invasión silenciosa» de migrantes que supuestamente desplazan a la población blanca en el mercado laboral. Este fenómeno plantea una paradoja: las acciones de resistencia podrían estar alimentando el discurso que buscan contrarrestar.
Contexto de las protestas
Las redadas migratorias, intensificadas desde la toma de posesión de Trump en enero de 2025, han generado una respuesta inmediata de las comunidades migrantes, especialmente en ciudades con alta población latina como Los Ángeles, donde el 27% de los residentes son migrantes, según datos del censo. Las protestas han sido organizadas de manera orgánica a través de redes sociales, con consignas como «¡ICE, pa’ fuera!» y la participación de banderas de países latinoamericanos, reflejando un orgullo cultural y una demanda de visibilidad. Sin embargo, la escalada de estas manifestaciones, que han incluido actos de vandalismo como la quema de autos Waymo en Los Ángeles, ha generado una polarización mediática y social.
El despliegue de 2,000 elementos de la Guardia Nacional y 700 marines en Los Ángeles, junto con la imposición de toques de queda, ha intensificado las tensiones, alimentando una narrativa de caos urbano. Estas medidas, justificadas por Trump como necesarias para evitar un «colapso del orden público», han sido criticadas por académicos como José Luis Valdés Ugalde de la UNAM, quien advierte que el uso de fuerzas militares contra civiles amenaza la libertad de expresión y la democracia estadounidense.
La narrativa del «gran reemplazo» y la «invasión silenciosa»
La teoría del «gran reemplazo», popularizada por sectores de la derecha estadounidense, sostiene que las élites políticas permiten la inmigración masiva para reemplazar demográficamente a la población blanca, considerada la base cultural y electoral de Estados Unidos. Esta idea, junto con la noción de una «invasión silenciosa» que arrebata empleos a los trabajadores blancos, ha sido un pilar del discurso trumpista. Durante su campaña, Trump asoció repetidamente la migración con el crimen y la pérdida de oportunidades económicas, un mensaje que resonó entre el 38% de los votantes hispanos y el 12% de los afroamericanos que lo apoyaron en 2024.
Los cercanos a Trump, como la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, han amplificado estas narrativas al acusar, sin pruebas, a la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum de instigar las protestas violentas en Los Ángeles. Estas acusaciones no solo tensionan las relaciones bilaterales, sino que refuerzan la percepción de que los migrantes representan una amenaza externa coordinada. Al mismo tiempo, propuestas como gravar con un 3.5% las remesas enviadas a México o declarar a los cárteles como organizaciones terroristas buscan presionar a México para que contenga la migración, consolidando la idea de una «invasión» que debe ser frenada.
¿Cómo las protestas refuerzan estas narrativas?
Aunque las protestas buscan visibilizar el aporte económico y cultural de los migrantes —que representan el 20% de la fuerza laboral estadounidense y sostienen sectores como la construcción (29%) y la hostelería (21%)—, ciertos elementos de estas manifestaciones pueden ser manipulados para alimentar el discurso trumpista. Por ejemplo, los bloqueos de autopistas y los enfrentamientos con la policía, aunque minoritarios, son destacados por medios conservadores como evidencia de desorden social causado por migrantes. La presencia de banderas extranjeras, aunque un símbolo de identidad, es interpretada por algunos como una afrenta a la soberanía estadounidense, reforzando la narrativa de «invasión».
Además, el «Día sin Inmigrantes», que buscaba demostrar la dependencia económica de los migrantes, enfrentó limitaciones debido al miedo de muchos trabajadores a perder ingresos o enfrentar represalias. Esto diluyó su impacto y permitió a los defensores de Trump argumentar que la economía puede funcionar sin migrantes indocumentados. Por otro lado, la retórica de algunos líderes republicanos, como el congresista Mike Collins, que propone criminalizar las protestas en autopistas, refuerza la criminalización de los migrantes, un fenómeno que la profesora Juliet Stumpf denomina «crimigración».
La paradoja de la resistencia
La resistencia de las comunidades migrantes es una respuesta legítima a políticas que violan derechos humanos y desestabilizan familias. Sin embargo, al polarizar aún más el debate migratorio, las protestas pueden fortalecer la base electoral de Trump, que percibe estas manifestaciones como una validación de sus temores sobre la migración. Este fenómeno no es nuevo: en 2006, las protestas contra la criminalización de indocumentados lograron frenar legislación antiinmigrante, pero también avivaron el discurso nativista que impulsó a Trump una década después.
Para evitar caer en esta trampa narrativa, las organizaciones migrantes podrían priorizar estrategias que desmonten los mitos del «gran reemplazo» y la «invasión». Por ejemplo, campañas que destaquen datos económicos —como que los migrantes pagan más impuestos que muchos ciudadanos estadounidenses— o alianzas con sectores no migrantes afectados por las políticas de Trump podrían ampliar el apoyo social. Asimismo, un discurso que enfatice la unidad nacional en lugar de la confrontación podría neutralizar la retórica divisiva.
Implicaciones a futuro
A medida que se acercan las elecciones intermedias de 2026, el tema migratorio seguirá siendo un ariete político. Si las protestas continúan escalando, podrían consolidar el apoyo a Trump entre quienes temen el cambio demográfico, pero también galvanizar a los opositores de sus políticas, especialmente en estados como California, donde el gobernador Gavin Newsom ha desafiado abiertamente al presidente. La clave estará en cómo los movimientos migrantes equilibren la resistencia con estrategias que eviten reforzar las narrativas xenófobas.
En conclusión, las protestas contra las redadas migratorias son una respuesta necesaria ante una política de deportación masiva, pero corren el riesgo de ser instrumentalizadas por los promotores de la teoría del «gran reemplazo». Un enfoque estratégico, basado en datos y alianzas amplias, podría mitigar este riesgo y reorientar el debate hacia una migración vista como un fenómeno estructural, no como una amenaza.
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