¡Órale, banda! Agárrense porque la cosa se pone buena, o más bien, se pone como siempre: con un ojo al gato y otro al garabato, pero nomás si el gato es gringo y el garabato es mexicano.
Resulta que la Doña Presi, con esa cara de “yo no fui, fue Teté”, nos sale con que no hay pruebas, ni una pizca, ni un chismecito de lavadero, contra tres instituciones financieras mexicanas acusadas por los Estados Unidos de andar de muy “lavanderas” con el billete. ¡Ah, pero qué casualidad! Una de esas instituciones es la de Don Alfonso Romo, el que le soplaba las orejas al anterior presidenta el anterior sexenio. ¿Será que el aire de la mañanera tiene propiedades desinfectantes contra las acusaciones extranjeras? ¡Quién sabe!
Y esto me recuerda al capítulo de Salvador Cienfuegos, ¿se acuerdan? Lo bajan del avión en Los Ángeles como si fuera un capo de la vieja escuela, lo acusan de nexos con el narco y, ¡zas!, de repente, como por arte de magia (o de diplomacia de alto nivel), lo regresan a México con un “aquí no ha pasado nada”. Claro, aquí lo recibieron con alfombra roja y café de olla, y la justicia mexicana, con su acostumbrada celeridad, dijo: “No hay pruebas, mi general, usted es un hombre bueno, de esos que ni la mosca se les para”. ¡Pura transparencia, como el agua de charco!
Pero, ¡ay, amigos! Cuando el acusado fue García Luna, ahí sí que no hubo dudas. Las pruebas, según los gringos, venían de “testigos protegidos”, esos que ven la verdad en las estrellas o en el fondo de una botella de tequila, porque su palabra, solita, pelona y sin más respaldo que su garganta, era ley. Para los defensores de la Cuarta Transformación, y para la Doña misma, la justicia gringa era palabra de Dios, incuestionable, pura y virginal. No les importó que fueran “dimes y diretes”, ¡era palabra santa!
Entonces, la pregunta del millón, mis queridos lectores, es: ¿la justicia gringa es infalible solo cuando acusa a los que nos caen gordos o a los que ya no están en el círculo? ¿O será que tiene un botón de “play” para unas acusaciones y un botón de “mute” para otras, dependiendo de quién sea el acusado y de la conveniencia política del momento? Porque, la neta, esto ya parece circo, maroma y teatro, donde el telón se sube o se baja a conveniencia. Al final del día, a ver quién nos cree el cuento. ¡Así las cosas!
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