En México, una narrativa inquietante ha emergido en el escenario político: la oposición, debilitada y fragmentada, sería incapaz de vencer a Morena en las urnas, lo que la llevaría a recurrir a un fraude electoral o incluso a un golpe de Estado para alcanzar el poder. Esta idea, que circula en redes sociales y en ciertos sectores mediáticos, no solo refleja la polarización del país, sino que también parece diseñada para desalentar a los electores descontentos con el oficialismo, particularmente aquellos que buscan castigar a Morena por lo que perciben como malos gobiernos.
La oposición, conformada principalmente por el PAN, PRI y Movimiento Ciudadano, enfrenta un panorama complicado tras las elecciones de 2024, donde Morena consolidó su dominio. Según analistas, la coalición opositora fracasó en articular una propuesta coherente y en conectar emocionalmente con el electorado, lo que resultó en una derrota contundente frente a Claudia Sheinbaum. Sin embargo, la narrativa del fraude o golpe de Estado no solo carece de sustento sólido, sino que podría estar siendo impulsada estratégicamente para minar la confianza en el sistema electoral y desmovilizar a votantes críticos de Morena.
El Instituto Nacional Electoral (INE) ha refutado categóricamente las acusaciones de fraude, destacando que los resultados de 2024 reflejan una participación ciudadana robusta y que las supuestas irregularidades no tienen evidencia sustancial. Líderes opositores han insistido en impugnaciones, pero sus reclamos han sido desestimados por el INE y el Tribunal Electoral, lo que refuerza la percepción de que estas acusaciones son más un recurso retórico que una realidad comprobable. Por otro lado, algunos sectores han denunciado que Morena y sus aliados han utilizado tácticas como la distribución de «acordeones» para influir en elecciones judiciales, alimentando sospechas de manipulación.
Esta narrativa, sin embargo, tiene un efecto más profundo: desmotivar el voto de castigo. Los electores frustrados por la inseguridad, la militarización y los problemas económicos podrían optar por abstenerse si creen que el sistema está amañado o que la oposición no tiene posibilidades reales. Este fenómeno beneficia a Morena, que ha sabido mantener una base sólida gracias a programas sociales y un discurso que resuena con amplios sectores populares. La oposición, en cambio, no ha logrado capitalizar el descontento, atrapada en disputas internas y una imagen desgastada por su pasado.
En conclusión, la narrativa del fraude o golpe de Estado parece más una estrategia para desincentivar la participación que un reflejo de la realidad electoral. Para contrarrestarla, la oposición necesita renovarse, ofrecer un proyecto claro y movilizar a los ciudadanos desencantados. Solo así podrá transformar el voto de castigo en una fuerza real de cambio.
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