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La incongruencia morenista de su crítica al PAN

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Tras la detención en Paraguay de Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad de Tabasco y presunto miembro de un grupo del crimen organizado, la atención se ha centrado en el exgobernador Adán Augusto López Hernández, quien lo nombró para el cargo. En respuesta, López Hernández se deslindó de su excolaborador y desvió el tema, acusando al Partido Acción Nacional (PAN) de ser cómplice del narcotráfico y de encubrir la corrupción en sexenios pasados.

El hoy coordinador de los senadores de Morena aplicó la misma estrategia que su amigo, el expresidente López Obrador: ante cualquier escándalo que salpicara su administración, culpar al PAN para dirigir la atención pública hacia dicho partido y alejarla de Morena.

Las menciones constantes a Felipe Calderón y Genaro García Luna, y en menor medida a Vicente Fox o a los excandidatos presidenciales Xóchitl Gálvez y Ricardo Anaya, han sido un recurso recurrente para defender la imagen de Morena en el poder. Esto ocurre en un momento en que temas como el desfalco en Segalmex, las denuncias por huachicol o el turismo de lujo de destacados militantes han afectado al partido.

La presidenta Claudia Sheinbaum también ha utilizado esta táctica para responder a preguntas de la prensa sobre temas complejos. Un ejemplo es la denuncia del diputado panista Federico Döring por huachicol fiscal contra Andrés Manuel “Andy” López Beltrán y otros morenistas. Ante la pregunta, la mandataria se limitó a comentar que «posteriormente» daría a conocer lo que sabe de la corrupción del legislador panista.

En otra ocasión, cuando se le preguntó sobre declaraciones del coordinador de los senadores del PAN, Ricardo Anaya, respondió cuestionando: “¿Dónde vivió seis años Anaya? Seis años vivió en Estados Unidos, porque supuestamente tenía una persecución en México”.

Más recientemente, en el acto conmemorativo de la gesta heroica de los Niños Héroes el pasado 13 de septiembre, el presidente de la Suprema Corte, Hugo Aguilar, mostró que el PAN no merece «ni un minúsculo reconocimiento» al abstenerse de aplaudir a la presidenta de la Cámara de Diputados, la panista Kenia López Rabadán.

Sin embargo, hay una clara contradicción entre esta estrategia de crítica y la realidad. Por un lado, se acusa al PAN de complicidad con la corrupción y el narcotráfico, de ser partidarios del intervencionismo estadounidense y hasta de la deuda que asfixia a Pemex. Por otro lado, Morena afilia a personajes que estuvieron directamente involucrados en los mismos temas que usa como ejemplo de la mala gestión del panismo.

Un ejemplo de esta incongruencia se ve cuando los morenistas acusan la corrupción del PAN, pero luego invitan a Miguel Ángel Yunes Márquez a su bancada en el Senado, a quien poco antes acusaban de diversos delitos. Otro caso es el de Manuel Espino, a quien afiliaron y le otorgaron una diputación federal, a pesar de que fue presidente del PAN durante las supuestas acusaciones de fraude en las elecciones de 2006.

Incluso en un gobierno morenista de Campeche se contrató a quien fue acusado —e incluso detenido— de estar vinculado al caso de corrupción Odebrecht: el exsenador Jorge Luis Lavalle.

A esta lista de incongruencias se suman nombres como Gabriela Cuevas, Cruz Pérez Cuellar, Manuel Espino, Raúl Paz Alonzo, Javier Corral, Ana Villagrán, Joaquín Díaz Mena, Tatiana Clouthier, Gonzalo Espina, José María Martínez, entre otros.

Hay aún más ejemplos de esta contradicción entre señalar a un partido como corrupto y, al mismo tiempo, aceptar a sus militantes, como si al dejar esa fuerza política se «purificaran».

El problema para el PAN es que gran parte de las acusaciones que recibe tienen bases reales, y no ha logrado presentar una defensa convincente. Como dice el refrán, “el que calla, otorga”, y Acción Nacional ha abusado del silencio.


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