Los recientes escándalos de corrupción que han azotado a Morena, el partido gobernante en México, en el primer año de la administración de Claudia Sheinbaum han provocado daños en la imagen del partido. Estos eventos, surgidos en septiembre y octubre de 2025, han erosionado la imagen anticorrupción que construyó Andrés Manuel López Obrador durante su sexenio. Aunque han provocado una caída en las preferencias electorales, su impacto a largo plazo en las elecciones de 2027 (renovación de la Cámara de Diputados) y 2030 (presidencial) permanece incierto. ¿Se diluirán estos golpes con el tiempo, o representan solo la punta de un iceberg que podría hundir al partido?
Los escándalos han sido múltiples y de alto perfil. El más resonante es el denominado «Huachicol Fiscal», un presunto esquema de evasión fiscal masiva que, según acusaciones del PAN y Ricardo Anaya, desvía hasta 200 mil millones de pesos anuales del erario público. Este caso involucra a figuras cercanas al poder, como Andy López Beltrán, hijo de López Obrador, señalado por lujos inexplicables que contrastan con la narrativa de austeridad republicana. Paralelamente, revelaciones sobre opulencia en el gabinete —yates, mansiones y vehículos de lujo de secretarios y legisladores morenistas— han multiplicado el descrédito. Un escándalo en aduanas, expuesto como «signo de corrupción en la 4T», añade leña al fuego, con senadores opositores denunciando colusión entre funcionarios y redes criminales. Incluso el New York Times dedicó su portada a exhibir a Sheinbaum y líderes de Morena en un contexto de impunidad rampante.
El impacto inmediato es palpable en las encuestas. Según sondeos de El País, el respaldo a Morena entre sus electores tradicionales —jóvenes y clases medias bajas— ha caído hasta un 15% en regiones clave como el centro y norte del país. El Anuario de la Corrupción 2025, elaborado por Mexicanos Contra la Corrupción, registra 51 casos graves en solo un año de Sheinbaum, superando cifras de administraciones previas y erosionando la mística lopezobradorista. Sheinbaum ha respondido con un tono enérgico: regaños públicos a su gabinete y promesas de «cero tolerancia» al dinero mal habido, horas antes de su primer informe de gobierno. Sin embargo, estas medidas parecen reactivas, no estructurales, y no han evitado que opositores como Anaya califiquen a Morena como el mayor ladrón en la historia reciente de México.
Desde una perspectiva analítica, estas revelaciones llegan prematuramente —a dos años de las elecciones de 2027 y cinco de la presidencial de 2030—, lo que podría favorecer una dilución temporal. La memoria electoral mexicana es volátil; escándalos como el de la «Casa Blanca» de Peña Nieto perdieron fuelle con el paso de los meses gracias a narrativas contrarrestantes. Morena, con su maquinaria clientelar y control de instituciones, podría recomponerse mediante programas sociales ampliados y una retórica victimista que acuse a la «mafia del poder» de orquestar las filtraciones. Encuestas recientes indican que, pese al desgaste, Sheinbaum mantiene un 55% de aprobación personal, anclada en logros como la continuidad de la Guardia Nacional y avances en energías renovables.
No obstante, si estos casos son meramente la superficie de un iceberg más profundo —con investigaciones periodísticas y judiciales que destapen nexos con crimen organizado o desvíos sistemáticos—, el efecto podría ser devastador. Imagínese un «Lava Jato» mexicano: alianzas opositoras fortalecidas, deserción de militantes y un PAN o PRI revitalizados para 2027, donde Morena arriesga la mayoría calificada en Diputados. Para 2030, un candidato presidencial morenista —posiblemente Marcelo Ebrard o un outsider— enfrentaría un electorado desencantado, similar a lo vivido por el PRI post-Salinas.
En conclusión, el tiempo será el árbitro definitivo. Si Morena logra una catarsis interna y reformas creíbles, estos golpes se evaporarán como niebla matutina. Pero si emergen más pruebas, el barco 4T podría zozobrar antes de tocar puerto. Monitorear las investigaciones en curso y las tendencias en redes sociales será clave para prever el horizonte electoral. México, tierra de contrastes, observa con escepticismo renovado.
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