Inicio Editorial AMLO, expresidente; Claudia, responsable de 2025-2030

AMLO, expresidente; Claudia, responsable de 2025-2030

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La dinámica de las contradicciones sociales del sistema político mexicano no ha cambiado en los años de alternancia de grupos políticos en el poder presidencial y más bien ha refrendado el hecho de que en materia de sistema político no ha habido ninguna transformación.

El presidente emérito López Obrador terminó el séptimo año de su sexenio como todos sus antecesores del viejo régimen priista y la presidenta en funciones Claudia Sheinbaum Pardo podría haber comenzado su sexenio de cinco años a partir de su segundo año de administración.

El espacio de poder es preciso: de la declaración de “si me dejan…” en medio de los primeros indicios de escándalo político por la corrupción en el entorno de López Obrador a su afirmación de que ella y el presidente emérito pertenecen al mismo grupo político pero que ella es responsable de la gestión de su propio sexenio.

Como todos los presidentes que acumularon un enorme poder político, López Obrador operó su sucesión presidencial en términos de una triple continuidad: personal-familiar, de equipo y de proyecto político. Y en efecto, en el ambiente muy agitado de la competencia entre corcholatas, López Obrador dejó entrever en un momento que su valida Sheinbaum Pardo no alcanzaba la calificación para ser la candidata y en ese momento dejó indicios de que el sucesor sería su hermano Adán Augusto López Hernández.

La política, ha llegado a decir López Obrador, no es una gran ciencia, sino que se mueve en torno a circunstancias. Esas vacilaciones en la sucesión la tuvieron todos los presidentes a punto de definir el nombre de su sucesor y oscilaron entre posibilidades fuera del radar: Echeverría no dejó a Mario Moya Palencia, López Portillo dudo de Javier García Paniagua y Salinas de Gortari sí había pensado seriamente en Manuel Camacho Solís. Los candidatos en el segundo pensamiento presidencial no tuvieron quizá menos de un mes para cambiar su decisión, pero al final se impusieron las complicidades de las circunstancias.

En el Palacio de Invierno de Palenque no hay duda de que la presidenta Sheinbaum Pardo pertenece al bloque político de la 4T, pero los sobresaltos del último año han mostrado una gran diferencia de estilo entre el presidente y su sucesora ya en el poder: la pasión política tropical de López Obrador y el formato científico de Sheinbaum Pardo. Y allí es en donde el proyecto transexenal que está preparado para un tercer sexenio 2030-2036 se ha encontrado que una cosa es el liderazgo simbólico y absoluto y otra cosa que cada etapa seccional enfrenta circunstancias que requieren decisiones diferentes.

El presidente emérito se encuentra en estos momentos arrinconado por la corrupción de sus funcionarios y lleva semanas sin poder cambiar la narrativa digital que domina las pasiones, con el hecho inocultable de que los medios de comunicación impresos contribuyen a deteriorar el ambiente como parte de un ajuste de cuentas contra el presidente que los humilló, agredió, pisoteó, insultó y otros adjetivos similares, porque nunca quiso pactar con nadie.

El espacio de maniobra de la presidenta Sheinbaum es amplio en materia de aprobación personal, pero extremadamente apretado en el espacio de la economía cotidiana y de las relaciones tensas con un Donald Trump caprichoso que atropella inclusive a sus principales colaboradores en el caso México –Marco Rubio, Christopher Landau y Robert Johnson–, quienes tienen en sus manos la difícil gestión de los intereses estadounidenses con un sistema político mexicano desarticulado y sin homogeneidad.

La presidenta Sheinbaum Pardo inicia su segundo año de gobierno y/o primer año real de su propia administración, pero en un escenario que tiene cinco variables sobre las cuales carece de control y que tiene que enfrentar con desgaste personal pero sin estructura política, partidista y de equipo y el acoso insistente de López Obrador para que gobierne como él quisiera que gobernara: la política sin oposición y sin sociedad, la economía estancada para todo el sexenio, la geopolítica sin un consenso nacional para definir la política exterior fuera de control, el presidente Donald Trump decidiendo sobre México como desea su regalada gana y López Obrador presionando para defender a su equipo y exigiendo que de manera inmediata sean sobreseídos los expedientes de corrupción que ya le pegaron en su línea de flotación y que le han hecho perder autoridad moral.

A su favor, la presidenta Sheinbaum Pardo tiene de manera paradójica el ambiente creado por Trump que le ha permitido deslindar un poco la presión lopezobradorista, su Plan México que podría ser su tabla de salvación pero a condición de que López Obrador deje de estar presionando a la 4T y el hecho económico de que México ya eludió el colapso recesivo aunque se encuentra empantanado en el estancamiento.

Hoy empieza formalmente el año dos del sexenio del segundo piso de las 4T o el primer año de Gobierno de Sheinbaum Pardo. 

Política para dummiesla política se escribe todos los días y no siempre es la misma.

El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.

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