¡Puta madre! ¿Y ahora qué hacemos, raza? Resulta que ni Morena y su “cuarta transformación” disfrazada de autoritarismo setentero, con ganas de controlar hasta el chile que le echas a los tacos, ni los otros, los de siempre, el PRI y el PAN, esos que ya nos demostraron hasta el cansancio que son la misma gata, pero revolcada. ¡Qué pinche dilema!
Es como cuando tu vieja te pregunta: «¿Qué quieres cenar, pizza o hamburguesa?», y tú nomás piensas: «¡Quiero dormir en paz, cabrón!». Así estamos, atascados en este lodazal político donde los de Morena se creen los nuevos mesías, con su evangelio de «todo para el pueblo, pero el pueblo es lo que yo diga». Y por el otro lado, los de la «oposición» (si es que se les puede llamar así sin soltar la carcajada), que nomás estiran la mano para ver qué hueso les cae, recordando sus gloriosos tiempos de raterías y compadrazgos.
Entonces, ¿qué hacemos? ¿Nos quedamos con el autoritarismo con chanclas y guayabera, o regresamos al autoritarismo de traje y corbata, ese que disfrazaba la tranza con discursos de «progreso»? ¡Ni a cuál irle! Pareciera que estamos condenados a que nos sigan dando atole con el dedo, a que nos dividan con cualquier mamada y a seguir tragando camote mientras los de arriba se dan la gran vida.
La neta, la situación está más jodida que rodilla de mariachi. Nos quejamos del presente, pero le tenemos miedo al pasado, y el futuro… ¡ese ni se ve! ¿Será que estamos predestinados a ser la eterna burla, el chiste de mal gusto que se cuenta en cada sexenio? Ojalá y no, pero con este panorama, uno ya no sabe ni qué pensar.
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