¿Washington seduce al pueblo de México con su narrativa?

En el panorama político contemporáneo, la influencia de la narrativa estadounidense sobre México se ha intensificado notablemente, impulsada por el auge de las plataformas digitales y los medios de comunicación. Esta dinámica no es un fenómeno aislado, sino el resultado de una combinación de factores: el descontento creciente con la corrupción endémica en México, particularmente el fenómeno de los «narcopolíticos» –políticos coludidos con el crimen organizado–, y la diseminación efectiva de mensajes desde Washington. Según datos de Pew Research Center (2023), más del 70% de los mexicanos acceden diariamente a redes sociales como Facebook, Twitter (ahora X) y TikTok, donde contenidos generados por influencers, ONGs y medios estadounidenses ganan tracción. Esto contrasta con la saturación de información local, a menudo percibida como sesgada o controlada por intereses partidistas.

La narrativa de Estados Unidos se centra en promover la cooperación bilateral contra el narcotráfico, enfatizando la necesidad de intervenciones más agresivas, inteligencia compartida y, en algunos casos, acciones unilaterales. Publicaciones virales en plataformas digitales, como videos de expertos del Departamento de Estado o reportajes de CNN en Español, destacan casos emblemáticos: desde el asesinato de periodistas hasta la infiltración de carteles en instituciones gubernamentales. Un ejemplo reciente es la cobertura del caso de Genaro García Luna, exsecretario de Seguridad Pública mexicano condenado en EE.UU. por nexos con el Cártel de Sinaloa. En redes, hashtags como #NarcoPoliticos han acumulado millones de interacciones, con usuarios mexicanos compartiendo testimonios que cuestionan la soberanía nacional ante la impunidad. Un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM, 2024) revela que el 45% de los encuestados en zonas urbanas como Ciudad de México y Monterrey expresan mayor confianza en narrativas externas que en las oficiales del gobierno mexicano.

El rechazo visceral a los narcopolíticos es el catalizador clave. En México, escándalos como los de Pío López Obrador –hermano del expresidente Andrés Manuel López Obrador, implicado en videos de entrega de dinero presuntamente ilícito– o las acusaciones contra Adán Augusto López, coordinador de Morena en el Senado, han erosionado la fe pública. Nadie, como señala la opinión predominante en foros digitales, está dispuesto a «dar la vida» por proteger a figuras políticas que priorizan alianzas con el crimen sobre la seguridad ciudadana. Esta apatía se traduce en una receptividad creciente a la perspectiva de Washington, que posiciona a EE.UU. como un aliado necesario contra la inseguridad. Informes de la DEA (2024) sobre el flujo de fentanilo desde México a EE.UU. han sido amplificados en TikTok y YouTube, alcanzando audiencias jóvenes que ven en la cooperación transfronteriza una salida viable. Sin embargo, esta influencia genera tensiones: críticos como el actual gobierno de Claudia Sheinbaum argumentan que fomenta intervencionismo, recordando episodios históricos como los sucedidos en los años 70.

En resumen, la narrativa estadounidense está calando hondo en México, no por coerción, sino por el vacío dejado por la percepción de corrupción interna. Plataformas digitales actúan como multiplicadores, democratizando el acceso a perspectivas alternativas y erosionando narrativas nacionalistas tradicionales. Para el futuro, esto podría impulsar reformas en México, pero también riesgos de polarización si no se equilibra con un fortalecimiento de instituciones locales. El terreno fértil existe; la pregunta es si florecerá en colaboración genuina o en confrontación renovada.

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