¡Ay, nanita! ¡La piel sensible de los perfectos!

0
146

Mis queridos y amados lectores de esta su columna favorita, donde la verdad se sirve sin filtro y con doble de picante. ¿Ya vieron la nueva moda entre nuestros gobernantes y legisladores, especialmente los de la cuarta transformación? ¡Andan más ofendidos que quinceañera a la que le cancelaron la fiesta! Se rasgan las vestiduras, hacen berrinche y hasta lloran como Magdalenas porque la gente, ¡oh, sorpresa!, se atreve a decirles sus verdades en redes sociales.

¡Claro que sí! Promueven leyes para censurar como si fueran la Santa Inquisición 2.0. ¿Pero de qué se quejan estos angelitos caídos del cielo? ¿A poco creen que por sentarse en una silla de poder se les borran los errores o las irregularidades? ¡Por favor! Si hasta mi abuela, con todo respeto, tiene más autocrítica que ellos. Quieren que los alabemos, que les hagamos porras y que les echemos flores aunque se estén dando la vuelta y media con el presupuesto o anden metiendo la pata hasta el fondo.

Y sí, no faltan los despistados que confunden la crítica con el insulto, esos que tiran la piedra y esconden la mano. Pero, seamos honestos, esos son los menos, la morralla, los que no saben ni usar el teclado. La gran mayoría de los que nos quejamos en redes lo hacemos porque nos duele ver cómo nos ven la cara de «what».

Lo que está en juego, mis chavos, no es si un tuitero le dijo «corrupto» a un diputado (que a veces se lo ganan a pulso), sino la libertad de expresión. Esa que tanto les gusta pregonar en campaña y que se les olvida en cuanto se sientan en la silla. Quieren callarnos, quieren meternos en cintura para que no los incomodemos. Pero aquí entre nos, ¡que se la jalen! No les vamos a dar el gusto. Seguimos firmes, tuiteando, posteando y señalando lo que está mal, les guste o no. Porque al final del día, el que se lleva se aguanta, ¿o no?

-Publicidad-

There is no ads to display, Please add some