La narrativa del régimen es de pureza, cambio y transformación. Sin embargo, los problemas heredados, las pugnas internas, las decisiones erráticas y la magnitud de los desafíos, dicen otra cosa. Ya no se puede culpar a gobiernos anteriores, mientras se repiten las mismas prácticas que el actual Gobierno criticó cuando fue oposición: corrupción, clientelismo y arbitrariedad.
Hay avances, sin duda; pero vienen acompañados de retrocesos preocupantes. Por ejemplo, la reforma a la Ley de Obras Públicas propone una nueva Plataforma Digital para las contrataciones que promete eficientar la gestión a un grado no visto antes. Sin embargo, las Fuerzas Armadas podrán actuar en total opacidad. Sumado a otras carencias, hacen que esta reforma, más que una solución, parezca una oportunidad perdida. La elección judicial del 1 de junio es otro ejemplo del desequilibrio entre narrativa y realidad. El proceso, apresurado y con presupuesto insuficiente, muestra desde ahora inequidades estructurales, boletas mal diseñadas y distorsiones en paridad de género. En el terreno de la salud, las cifras previstas como un logro para 2025 por el IMSS-Bienestar, muestran que en realidad podría haber hasta 45% menos consultas que en su mejor momento. Finalmente, la violencia delictiva, lejos de disminuir, se ha intensificado. Los recientes asesinatos en la CDMX a personal cercano a la jefa de gobierno, perpetrados con profesionalismo criminal, evidencian que no hay pacificación real.
México necesita dejar atrás narrativas de autocomplacencia y actuar con responsabilidad. De lo contrario, la realidad terminará por desbordar el discurso.
There is no ads to display, Please add some