Diálogo sí, sin poner en riesgo la reforma

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Aún en los momentos de mayor confrontación, se deben tener espacios para dialogar y más aún si se está inmerso en un conflicto de las dimensiones que se están viviendo.

El país enfrenta enormes retos que deben ser atendidos con la urgencia que estos ameritan. Cito un caso en particular: la reforma educativa, una de las transformaciones más importantes lograda al inicio del actual sexenio y que, a más de tres años de su aprobación por el Congreso, enfrenta enormes problemas para su implementación en muchas regiones del país.

Siempre pensamos que no sería nada fácil acabar con una serie de vicios que se habían venido acumulando en una larga historia de oscuras negociaciones entre autoridades educativas y líderes sindicales del magisterio que obtenían grandes beneficios en detrimento de la calidad de la educación; pero, lo que estamos viviendo en las últimas semanas y meses, se ha convertido en un auténtico desafío para nuestro país.

Se ha generado un conflicto entre el gobierno, que está obligado a aplicar la ley, y una parte del magisterio agrupado en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que cuestiona la reforma y se niega a acatarla. La única forma de resolver un conflicto de esta magnitud para que la reforma tenga la fuerza y efectividad deseada, considero, es mediante el diálogo. El diálogo siempre debe existir, es inherente a la política y a la convivencia humana. Aún en los momentos de mayor confrontación, se deben tener espacios para dialogar y más aún si se está inmerso en un conflicto de las dimensiones que se están viviendo.

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Afortunadamente, después de muchas negativas, el gobierno federal ha abierto un espacio de diálogo con la CNTE. Deseo como todos, que ese diálogo se siga dando en un clima de respeto y tolerancia. Si queremos que la reforma educativa rinda los frutos esperados, es indispensable que en ese espacio surjan los acuerdos que ayuden a resolver el conflicto. Por eso, mediante el diálogo se tiene que encontrar el camino para que no se pongan en riesgo los alcances de la reforma. La solución del problema puede estar casi tan cerca o tan lejos como quieran el gobierno y la CNTE. Puede haber diferentes puntos de vista y diferentes alternativas de solución pero, la única forma de encontrar los necesarios acercamientos es a través del diálogo.

¿Es perfecta la reforma educativa? Por supuesto que no. Es el resultado de un esfuerzo colectivo que involucró a distintos sectores de la sociedad y a diversas fuerzas políticas que coincidieron en la necesidad de mejorar la calidad de nuestra educación, un esfuerzo colectivo que no debe de naufragar. Tiene, por supuesto, muchas áreas de oportunidad que se han ido detectando y se tendrán que ir ajustando con la práctica. El diálogo debe servir para detectar los ajustes que se tendrán que hacer. El gobierno no debe escuchar las voces de quienes pretenden que se cierren los espacios para el diálogo, pero tampoco puede permitir que los intereses de una minoría puedan pasar por encima de la inmensa mayoría de la sociedad.

El entorno internacional es sumamente complicado; la delicada situación financiera mundial está afectando nuestra economía. La escalada del conflicto magisterial nos pega por todos los frentes. Hago votos por que el diálogo rinda frutos y termine con el conflicto. No tengo duda de que uno de los grandes desafíos que tenemos como país es mejorar sustancialmente nuestro sistema educativo. De ahí la enorme responsabilidad que tenemos —gobierno y sociedad— más allá de intereses estrechos, de aplicar una reforma educativa que dará viabilidad a largo plazo a nuestro sistema público de enseñanza. Las esperanzas de millones de niños y jóvenes que van todos los días a la escuela no deben quedar truncadas por intereses mezquinos de quienes se oponen sistemáticamente a una reforma tan relevante.


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