Los dos Méxicos

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El sistema económico avanza hacia un mundo cada vez más desigual. Thomas Piketty, en su libro el Capital en el siglo XXI, señala que la diferencia entre una minoría con acceso a bienes capitales y financieros y una gran mayoría cada vez más empobrecida y desempoderada, es una realidad. También destaca con meridiana claridad que la desigualdad y la democracia son incompatibles. Y tiene razón, el crecimiento incontrolado de las desigualdades económicas simplemente impide la existencia de la democracia. Esta incompatibilidad se da en ambas direcciones, es decir, entre quienes desean perpetuar un sistema socio económico de creciente desigualdad aprovechando los incentivos que les obsequia su posición de privilegio para cancelar cualquier tipo de redistribución de la riqueza, y por el otro, la lucha por un sistema democrático que asegure el ejercicio de los derechos democráticos básicos.

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Y es que la salud de un sistema democrático depende en gran medida del grado de participación ciudadana en el mismo, y no me refiero únicamente a la que se tiene cuando hay elecciones, sino la que se tiene a través  de los partidos políticos, en las organizaciones ciudadanas, en los medios de comunicación, en la libertad de expresión y manifestación, etc., toda vez que son la vía más eficaz para influir en la toma de decisiones del Estado. ¿Del 1 al 10 cuanto nos ponemos en participación de este tipo, compatriotas? La desigualdad económica les da a las élites económicas una ventaja enorme sobre la mayoría. Este sector puede controlar a través de su riqueza, autoridades, partidos políticos, medios de comunicación y hasta eliminar o inutilizar los mecanismos de participación ciudadana. A través del control económico se hacen del control político. Verbi gratia, el lobby o cabildeo que se hace en el Congreso cuando se enteran de alguna reforma que pueda tocar sus intereses es escalofriante. Su poder les da para torcer caminos y silenciar voces, a más de manipular la información para que el pueblo sólo sepa lo que ellos quieren que sepa.

Los expertos en economía señalan que una de las maneras más efectivas de apalear la desigualdad se da a través de los impuestos, es decir de la redistribución equitativa de los mismos. Los impuestos no solamente le sirven al  para proveer servicios públicos, sino también como un  mecanismo de redistribución efectivo. Las economías con los sistemas fiscales más efectivos – que conjugan presión fiscal enfocada a la redistribución y lucha contra la evasión- tienden a ser sociedades más igualitarias. Controlar a las instituciones responsables de legislar, les permite a las élites hacer leyes a modo, es decir diseños de sistemas fiscales que favorezcan la perpetuación de la desigualdad. La Reforma Fiscal aprobada por el PRI, el PVEM, el PANAL y el PRD en el Congreso de la Unión, hacia allá está encaminada. Ya dio sus primeros frutos. Los tenemos de cuerpo entero en el informe del Presidente Peña Nieto.

He aquí algunas perlas. Basta revisar los indicadores macroeconómicos clave para observar con mayor claridad el pobre desempeño de la economía. Por ejemplo, la confianza del consumidor respecto a la situación económica actual y futura del país ha decrecido en los últimos 18 meses, situación que no se veía desde la crisis de 2009. Si usted revisa las ventas de los comercios minoristas concentrados en la Asociación Nacional de Tiendas Departamentales y de Autoservicio (Antad)  comprobará que de enero de 2013 a julio de 2014 han crecido tan solo 0.7 por ciento. Por otro lado, no obstante que la tasa de inflación se ha ido dando en el rango meta establecido por el Banco de México, la experimentada en la canasta básica, de acuerdo con la información proporcionada por el INEGI, en el mes de julio fue de 4.99 por ciento. Esto demuestra no únicamente la pérdida de poder adquisitivo, producto de la errada reforma tributaria, sino también los empleos de mala calidad que ha generado el gobierno y que se reflejan en el volumen de compras que hacen los consumidores en los supermercados. El espacio se me acaba, pero vaya otro dato. La meta oficial era crear un poco más de 800 mil empleos en 2014, pero se tuvo que recular porque la realidad se yergue y ya se anunció que será de 600 mil. Y ya de déficit, subejercicios y opacidad y explicación en los informes sobre movimientos en la programación, calendarización y ejecución del gasto del Gobierno Federal, ni hablamos. Lo dejamos para otra colaboración.


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